Hubo tiempos en que los que hacían monumentos, los que proponían estéticas eran los emperadores, después los reyes, los nobles o la iglesia. Después fueron los Estados: ahora son las corporaciones las que ocupan el espacio. El que pasea por las ruinas egipcias tiene la impresión de que en aquellos años sólo existían los faraones. Alguien paseará, mañana, por las ruinas de Hong Kong y sabrá que la ciudad más moderna del mundo era de unos señores sin nombre.
[Martín Caparrós, en «Hong Kong, el espíritu del capital», Revista Página/30, enero de 1992]