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Cadenas para una cadena

imagesDesde las advertencias de los especialistas por los inconvenientes que causan, hasta el pedido de Missing Chidren de no reenviarlas debido a los riesgos que conllevan, las «cadenas» -viralización de mensajes ya sea de texto o gráficos, de contenido diverso y mayormente con denuncias, declaraciones o advertencias- son un riesgo en muchos sentidos.

El primero y más grave es la difusión de información carente de fuentes confiables, y por lo tanto difícil o imposible de verificar. Esta dificultad, sumada a la liviandad con que la mayoría de las personas toma como cierto lo que se dice en ellas, y la relativa facilidad con que los mensajes pueden viralizarse, convierte a cualquier cadena en una bomba de tiempo. Una que estalla cuando se confirma la falsedad de la información y los crédulos quedan en ridículo, o lo que es peor -como en el caso que nos ocupa-, cuando tiene consecuencias legales para quién disemina la falsedad.

Sucedió en San Juan: una mujer recibió vía WhatsApp la foto de un hombre en la puerta de un colegio privado de aquella ciudad, y la publicó en Facebook afirmando que era un posible secuestrador de niños.

El damnificado fue a la comisaría a denunciar la calumnia y aportó los datos del perfil de la red social que había iniciado la difusión de la foto con la falsa acusación. La mujer fue demorada algunas horas por orden del juez, luego de que la imagen fuera compartida cientos de veces. El hombre, un albañil desocupado de 45 años, dijo que la foto se la tomaron cuando aguardaba a su familia en la puerta de la escuela.

El juez ordenó detener a la mujer, de 39 años, por infringir el artículo 113 del Código de Faltas que castiga “al que en lugar público o por medio de teléfonos o redes informáticas profiera insultos o cause molestias”.

Tras permanecer algunas horas demorada, la mujer hizo su descargo públicamente y afirmó que ella sólo había recibido la foto por WhatsApp y la subió a Facebook, según dijo “sin constatar si lo que se decía era verdad”.

Y luego afirmó, “hice lo que todas las personas hicieron”. Podría decirse que describió así, el sinsentido de todas las cadenas.

Por su parte, el albañil contó a la prensa que desde que ocurrió todo, el miércoles pasado, tiene «vergüenza de salir a la calle (…) encontrarme en una situación injusta como ésta me pone mal». Y cerró su relato con palabras que muestran el alcance del daño que pueden producir imprudencias de este tenor: «no hay que juzgar a la gente por su apariencia, porque pueden causarle un daño muy grande a una familia».

Confiamos en que este caso pueda servir para que las personas aprendan a detenerse y verificar el contenido de una cadena, antes de livianamente difundirla. Por el bien de las potenciales víctimas y el suyo propio, ante el amparo que la ley nos brinda en defensa de nuestra privacidad y buen nombre. 

Fuente: Clarin.com

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