No estoy de acuerdo con tus ideas, pero defiendo tu sagrado derecho a expresarlas.
(Francois Marie Arouet -Voltaire-)
Voltaire
No pierda el tiempo leyendo. Pregunte, ¡y listo!
El mundo gira vertiginoso; todo avanza muy rápido.
Mejor explicame vos, que no tengo tiempo. No, no lo puedo leer, lo necesito rápido. No, contestame vos, que lo sabés. ¿Para que voy a leer el manual, si es una pavada? Che, ¿para que sirve este botón? ¿Qué dijo? No escuché. ¿Cuando lo explicó? ¡Yo ese día falté! ¿Por qué ponen eso? ¿Estaba escrito ahí? Mirá vos. No, diferente no quiero. ¿Tengo que aprender todo de nuevo?
Esas parecieran ser las consignas.
Monsieur Voltaire dijo: «No tengo el arte de ser claro para quien no quiere estar atento». Adhiero a eso. Sin embargo nos empeñamos en mirar para otro lado cuando alguien está explicando, o en volver a preguntar lo que hace instantes se dijo. Después decimos «no me lo explicó» o «no se entiende lo que dice», y el problema no estuvo en el arte de quien dice, no sé si me explico.
Todas estas pavadas, que tal vez nadie lea porque no creo que alguien tenga tiempo para leer pavadas, surgen de la lectura, hace sólo unos minutos, de los comentarios a una noticia que publiqué hace un tiempo en uno de mis sitios. Pero se repite bastante en otros espacios, propios y ajenos.
La cuestión es así: reproduje parte de una nota del Diario de Madryn, sobre un proyecto de producción de biodiesel con algas en la provincia de Chubut. Cuando comencé a recibir comentarios pidiendo detalles sobre el proyecto, como creo que corresponde respondí a cada uno con mensajes del tipo «no tenemos relación con el proyecto, sino que nos limitamos a reproducir…» etc. etc. Pero siguieron apareciendo preguntas similares, asi que puse una leyenda que aclaraba que «ante las reiteradas consultas que recibimos luego de la publicación del presente artículo, informamos que…» etc. etc. Como siguieron llegando preguntas, puse la leyenda al comienzo del artículo y en color rojo. Llegué a comunicarme con una persona en España que tiene un proyecto similar, como para que los interesados pudieran comunicarse con otra fuente, y nada, siguen apareciendo preguntas.
Las dos últimas no las respondí.
Pero después me pregunté, ¿por qué razón habría que perder el tiempo leyendo, estudiando, averiguando, buscando, informándose? Y me acordé de Eco. Lo cito:
Los medios de difusión masivos informan sobre muchas cosas y también transmiten valores, pero la escuela debe saber discutir la manera en la que los transmiten, y evaluar el tono y la fuerza de argumentación de lo que aparecen en diarios, revistas y televisión. Y además, hace falta verificar la información que transmiten los medios: por ejemplo, ¿quién sino un docente puede corregir la pronunciación errónea del inglés que cada uno cree haber aprendido de la televisión?
(…) Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).
(…) El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas pero no la relación sistemática entre estas dos nociones. El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo.
Preguntar parecería ser bueno cuando sirve para ampliar, entender, dudar, aclarar, disentir, dudar. Pero me da la impresión de que fracasa estrepitosamente cuando se usa para reemplazar.
Por eso siempre recomiendo primero la lectura. Después hablamos.