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El castigo de ser ex-cliente de Movicom

Estoy bastante molesto con la nota de Clarín Económico del domingo último, a dos de los responsables de la firma Movistar. Bueno, no estoy molesto con Clarin -valga la aclaración-, sino con varias de las respuestas con las que estos caballeros explicaron algunos detalles de la fusión.

Hemos publicado parte de la nota en nuestro sitio, en la sección «Guía de navegantes», como para que se entienda lo que estamos diciendo.

Los ex-clientes de Movicom, actuales clientes de Movistar, hemos sufrido un notable deterioro en el servicio.

Los más inquietos se preguntarán por qué no cambiamos de empresa: en mi caso particular tengo bastante papelería hecha con el número telefónico actual (tarjetas, boletas, etc.) además de gran cantidad de contactos con ese número, razón por la cual estoy evaluando los costos de una decisión así; pero si debería cambiar, ¿no es cierto?

El hecho es que contraté el servicio con Movicom a mediados del 2000; no había tenido mayores inconvenientes, a excepción de algunas peleítas que uno suele tener con estos prestadores, pero el servicio siempre fué adecuado, al punto que tengo dos equipos (uno está en casa), porque el servicio era bueno y conveniente.

Cuando se produce la fusión comienzan los problemas. La primera semana fue casi imposible usar el celular. Hechos los correspondientes reclamos, me explicaron que se debía a los cambios y me pidieron que tuviera paciencia.

Hoy, después de varios meses (Movicom arrancó la primera semana de abril) sigo teniendo problemas. Con respecto a las llamadas, el servicio es pobre, suelo tener un eco en la conversación, etc. etc.

Como si fuera poco, el servicio de Internet que contraté con Movicom -aclaremos: con el mismo equipo que tengo actualmente-, funciona mal. No puedo navegar ni puedo revisar mi correo, entre otras cosas que sí podía hacer antes de la fusión.

En uno de los tantos reclamos que hice, el operador del *611 me dijo que «el sistema está saturado; hay más clientes de lo que puede soportar». Tal vez no sea esta la opinión más autorizada de la empresa, pero muestra el clima interno de desconfianza e inconformidad de los clientes que seguramente deben palpar estos trabajadores a diario.

No sé que pasa con los clientes nuevos. Probablemente estén conformes. Pero me molesta profundamente que además de tener que soportar que arbitrariamente me cambien de empresa para darme un peor servicio, además tenga que ser yo mismo quien se haga cargo de los costos si quiero cambiar, cuando no soy responsable del problema.

La pregunta del millón es: ¿donde estaban los organismos de contralor al momento de una fusión que traería tantos inconvenientes a una de las partes?

Las respuestas seguramente serán muchas y variadas. Pero eso es otra historia. La historia del ‘Yo, argentino’.

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