Hoy Google homenajea a Samuel Langhorne Clemens, mejor conocido por su seudónimo de Mark Twain, en el día de su cumpleaños número 176.
¡Cuántos recuerdos! ¡Cuanto disfruté esas lecturas!
Gracias a los buenos oficios de la Prof. Stella Toval, hemos arribado a una traducción preliminar del paper «Vacío útil. El arte del olvido en la era de la computación ubicua», trabajo del Dr. Viktor Mayer-Schönberger, Profesor Asociado de Políticas Públicas en The John F. Kennedy School of Government, Harvard University.
La importancia de este trabajo radica, desde ya no sólo en su contenido fundamental al respecto de la seguridad de la información personal en Internet, sino en que fue el disparador y, a la vez fundamento, de nuestra campaña «Reinventando el Olvido en Internet», base conceptual de la charla «Internet no olvida».
Ofrecemos aquí esta traducción, para nuestros lectores interesados en la problemática en cuestión. Se accede al documento en formato .pdf haciendo clic aquí.
Ya comenté anteriormente sobre el proyecto de Daniel Krichman, de poner a mucha gente a escribir sobre cómo leen. En verdad, esta descripción es rápida y a medias: como expliqué antes, lo que propone es extraer algunas pistas metodológicas de las reflexiones de distintos profesionales de diversas áreas, acerca de sus formas de abordar un libro.
Habemos en esa lista -Daniel tuvo la deferencia de invitarme a participar de la experiencia- docentes, periodistas y especialistas de muchas ramas diferentes. Y confieso que no puedo dejar de pasar a mirar cada tanto, para ver quién otro me sorprende y me asombra -a la fecha van 21 abordantes– con su experiencia personal, y por tanto única.
En un momento pensé, «¿cómo no se me ocurrió a mi eso?», pero ahí es que me pongo agradecido por tipos como Daniel, observadores y pensadores que recuperan para nosotros los más lentos, el verdadero sentido de la expresión “2.0″.
Últimamente paso bastante tiempo observando como abordan el texto mis alumnos, tanto los pequeños de primaria como los más grandes. Siempre presté bastante atención a eso pero ahora lo estoy haciendo, si se me permite decirlo, como una especie de extensión personal del proyecto de Krichman.
¿Qué se ve? Coloquialmente lo digo: estamos en problemas. A modo de ejemplo: chicos de 6to. grado que no leen consignas porque es más fácil preguntar «¿qué tenemos que hacer?», que tomarse el tiempo para leer y entender -y esto dicho por ellos-. No parece abordarse el problema con suficiente seriedad, porque llegan a mayores prácticamente con la misma actitud infantil. Esto puede verse en los medios, por ejemplo, en la calidad de los reportajes, las formas de abordar las noticias, o simplemente en la cantidad de faltas de ortografía de los textos. Ni que hablar de ciertos conductores de TV.
Pero he visto y oído doctorados comiéndose las eses, cuando se supone que han tenido que pasar por tribunales y defender tesis. ¿Tendrá esto que ver con la lectura? Bueno, si se lee y quedan sólo datos, o no se aprendió el valor de las palabras y su correcto uso, pienso que si, que tiene que ver.
Mi ejercicio docente está vinculado con materias técnicas, pero aprendí de algunos ejemplos que tuve y corrijo contenidos y formas cuando doy clases y en los exámenes. La respuesta de los pibes suele ser «¡pero si no sos docente de Lengua!» Como dudo de que la lengua sea patrimonio de algún individuo en particular, no he dejado de hacerlo. Me ha sucedido además, de encontrar quién me mentó, no sin cierto asombro, como un «informático que además escribe».
Por todo esto y mucho más, es que creo que debemos hacer de nuestro amor por la lectura una «causa común»: transfiramos, impregnemos, transpiremos esa actitud hacia el libro, tal como lo propone Daniel al intentar extraer algunas pistas metodológicas de nuestras formas de abordar un texto.
Amigos, ¿me ayudan a pensarlo? Pasen y déjenme sus apuntes.
Interesante experiencia la que propuso Daniel Krichman para el blog de la Red Aprender & Cambiar: ponernos a algunos a contar sobre nuestra manera de abordar la lectura de un texto.
Pistas metodológicas. Todo texto plantea una cuestión central que es necesario resolver: Cómo abordar su lectura. ¿Podría existir una metodología para hacerlo? ¿Si así fuera, tendría sentido práctico su aplicación? ¿Qué espera cada lector obtener de la experiencia de lectura? Algunas pistas metodológicas pueden extraerse de las reflexiones que siguen.
Y entonces se suceden las miradas, las descripciones, las sensaciones, los aprendizajes. Es interesante observar lo personal del modo en que cada uno busca apropiarse de todo lo que un texto tiene para ofrecer.
Muy bueno, Daniel. Gracias.
El mundo gira vertiginoso; todo avanza muy rápido.
Mejor explicame vos, que no tengo tiempo. No, no lo puedo leer, lo necesito rápido. No, contestame vos, que lo sabés. ¿Para que voy a leer el manual, si es una pavada? Che, ¿para que sirve este botón? ¿Qué dijo? No escuché. ¿Cuando lo explicó? ¡Yo ese día falté! ¿Por qué ponen eso? ¿Estaba escrito ahí? Mirá vos. No, diferente no quiero. ¿Tengo que aprender todo de nuevo?
Esas parecieran ser las consignas.
Monsieur Voltaire dijo: «No tengo el arte de ser claro para quien no quiere estar atento». Adhiero a eso. Sin embargo nos empeñamos en mirar para otro lado cuando alguien está explicando, o en volver a preguntar lo que hace instantes se dijo. Después decimos «no me lo explicó» o «no se entiende lo que dice», y el problema no estuvo en el arte de quien dice, no sé si me explico.
Todas estas pavadas, que tal vez nadie lea porque no creo que alguien tenga tiempo para leer pavadas, surgen de la lectura, hace sólo unos minutos, de los comentarios a una noticia que publiqué hace un tiempo en uno de mis sitios. Pero se repite bastante en otros espacios, propios y ajenos.
La cuestión es así: reproduje parte de una nota del Diario de Madryn, sobre un proyecto de producción de biodiesel con algas en la provincia de Chubut. Cuando comencé a recibir comentarios pidiendo detalles sobre el proyecto, como creo que corresponde respondí a cada uno con mensajes del tipo «no tenemos relación con el proyecto, sino que nos limitamos a reproducir…» etc. etc. Pero siguieron apareciendo preguntas similares, asi que puse una leyenda que aclaraba que «ante las reiteradas consultas que recibimos luego de la publicación del presente artículo, informamos que…» etc. etc. Como siguieron llegando preguntas, puse la leyenda al comienzo del artículo y en color rojo. Llegué a comunicarme con una persona en España que tiene un proyecto similar, como para que los interesados pudieran comunicarse con otra fuente, y nada, siguen apareciendo preguntas.
Las dos últimas no las respondí.
Pero después me pregunté, ¿por qué razón habría que perder el tiempo leyendo, estudiando, averiguando, buscando, informándose? Y me acordé de Eco. Lo cito:
Los medios de difusión masivos informan sobre muchas cosas y también transmiten valores, pero la escuela debe saber discutir la manera en la que los transmiten, y evaluar el tono y la fuerza de argumentación de lo que aparecen en diarios, revistas y televisión. Y además, hace falta verificar la información que transmiten los medios: por ejemplo, ¿quién sino un docente puede corregir la pronunciación errónea del inglés que cada uno cree haber aprendido de la televisión?
(…) Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).
(…) El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas pero no la relación sistemática entre estas dos nociones. El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo.
Preguntar parecería ser bueno cuando sirve para ampliar, entender, dudar, aclarar, disentir, dudar. Pero me da la impresión de que fracasa estrepitosamente cuando se usa para reemplazar.
Por eso siempre recomiendo primero la lectura. Después hablamos.