El Estado puede ser fundamental (y de hecho lo es) para el fomento a la innovación; ser un creador activo de mercados nuevos en vez de mero corrector de los existentes. Es cierto que también los defensores de limitar el papel económico del Estado creen que las fallas de mercado justifican un financiamiento público limitado para infraestructuras y ciencia básica. Pero esto no explica los miles de millones de dólares aportados por el sector público a la investigación aplicada al desarrollo de productos, o incluso para financiar empresas en sus primeras etapas. De hecho, en algunos de los centros de innovación más famosos del mundo, el Estado fue un “emprendedor” clave que imaginó y financió campos totalmente nuevos, en áreas como la informática, la biotecnología, la nanotecnología y la ecología.
En Silicon Valley el gobierno estadounidense actuó como inversor estratégico a través de una red descentralizada de instituciones públicas: la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA), la NASA, el programa de Investigación en Innovación para Pequeñas Empresas (SBIR) y la Fundación Nacional para las Ciencias. Fueron inversiones descomunales, y no sólo en TI; también se canalizaron grandes sumas para financiar investigaciones en ciencias de la vida y energía. Por ejemplo, en 2011 los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los Estados Unidos invirtieron 31.000 millones de dólares en investigación biomédica. Marcia Angell, profesora de la Escuela de Medicina de Harvard, demostró que esa financiación fue fundamental para el desarrollo de algunos de los fármacos más revolucionarios de las últimas décadas. Asimismo, para algunas de las empresas más innovadoras de Estados Unidos, la financiación del SBIR ha sido más importante que el capital de riesgo privado.
Los ejemplos fuera de Estados Unidos incluyen Israel, donde el fondo público de capitales de riesgo Yozma proveyó de financiación inicial a algunas de las empresas más dinámicas del país, y Finlandia, cuyo fondo público de innovación Sitra hizo lo mismo con Nokia. En China, el banco estatal de desarrollo ofrece miles de millones de dólares en préstamos a algunas de las empresas más innovadoras del país, como Yingli Solar y Huawei.
Estos tipos de inversión pública son cruciales para la creación y formación de nuevos mercados. De hecho, la inversión pública fue central en el desarrollo de casi todas las tecnologías que hacen del iPhone un teléfono inteligente: Internet, GPS, las pantallas táctiles y los avances en reconocimiento de voz en los que se basa Siri. Asimismo, en muchos países, el sector público lidera las iniciativas de tecnología ecológica.
[Mariana Mazzucato, en ‘Tecnología: el Estado innovador’, publicado por iEco]