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contaminación - 2. página

Mil años

Se informa hoy en la edición digital de Muy Interesante, que investigadores de la Universidad de Calgary simularon con ayuda de computadoras diferentes escenarios de evolución climática, para averiguar qué pasaría si dejásemos de usar combustibles fósiles y no emitiéramos más CO2 a la atmósfera desde ahora.

Su conclusión: el impacto del aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre tendrá un efecto negativo sobre el clima durante al menos otros 1000 años.

Dichas conclusiones fueron publicadas en un artículo para la revista Nature Geoscience, firmado por Shawn Marshall y sus colegas de la Universidad de Calgary (Canadá). En el informe se auncia además, el colapso de las placas de hielo en el oeste de la Antártida y un aumento del nivel del mar de al menos cuatro metros para el año 3000.

El hemisferio norte no empezaría a recuperarse del calentamiento hasta finales de este milenio, mientras que las zonas australes tardarían aún más en reaccionar, provocando que el continuo incremento de temperaturas en el hemisferio sur. Esto llevaría hacia la desertización de un 30% de las tierras fértiles del norte del África, así como la desaparición de las placas de hielo en la Antártida occidental, donde las temperaturas del océano subirán cinco grados centígrados.

Fuente: Revista Muy Interesante, edición digital

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Aportes creativos a un problema global

Ecomagination es, según define la propia empresa, «el compromiso de General Electric a imaginar y desarrollar soluciones innovadoras al desafío ambiental de hoy, mientras impulsa el crecimiento económico».

Con este fin, la empresa propone evaluar diferentes soluciones creativas al problema; por supuesto que muchas de ellas implican el uso de productos GE, pero la intención cuenta.

Abordando problemáticas como el consumo de los artefactos más usados y estrategias en el uso de la electricidad en casa, hasta ecosoluciones para la reducción de las emisiones de CO2 en los vuelos de las aeronaves, el sitio se propone como una fuente de información para poder tomar decisiones que nos ayuden, no sólo a ahorrar dinero sino a contribuir en el cuidado del planeta desde nuestro pequeño lugar en el mundo.

Es interesante observar la sección dedicada a los artefactos del hogar y su consumo. Se muestran allí todos los artefactos, sus consumos en watt y en dólares (aunque esta última opción es sólo para habitantes de los EE.UU.), e incluye una explicación muy sencilla sobre cómo leer los valores en relación al consumo/hora.

Sin embargo, todas las secciones son por demás interesantes y muestran que aun las empresas grandes (y causantes del problema, en gran medida) encuentran soluciones al problema ambiental. Cuando quieren, claro.

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Hilando bien finito: ¿Cuánto contamina Google?

No me parece que la causa de todos los males de este mundo, incluído el calentamiento global, sea culpa de Google. Bueno, al menos no exclusivamente. Pero es interesante que se pueda hilar tan fino en cuanto a las responsabilidades de las empresas en esta cuestión de arruinarnos el planeta al resto de los mortales. Cuestiones menores como el mercurio, los sulfuros, el humo, las aguas servidas mal tratadas, el petróleo derramado, las papeleras, la tala indiscriminada y una sarta de etcéteras no son importantes en la ocasión: ocupémonos por el momento de Google.

Se publica en Digitalk Blog:

Alex Wissner-Gross, un físico de la Universidad de Harvard está realizando estudios del calentamiento global relacionados a la tecnología y está estudiando cuánto CO2 emiten los sitios webs más famosos del mundo. Su estudio señala que el realizar dos búsquedas en Google genera una emisión de catorce gramos de dióxido de carbono (CO2). La compañía de la Web se defendió y sostuvo que las búsquedas sólo producen 0,2 gramos de CO2.

El autor de la investigación lo explica así, como para que lo entendamos: “Si se quiere proveer grandes y rápidos resultados, eso requerirá un mayor gasto de energía”. Entonces, la electricidad usada por las terminales de la empresa y la energía que consumen los centros de datos que opera la firma en todo el mundo, producen la emisión de dióxido de carbono que el científico denuncia. Y lo grafica: realizar dos búsquedas en Google es equivalente a hacer hervir agua en una pava eléctrica.

Google salió a responder, diciendo que los números presentados por Wissner-Gross son “mucho mayores” que los reales, y que en comparación hay industrias mucho más dañinas para el medio ambiente, como la automotriz.

Bueno, al menos en esto último, tienen razón.

Y como estos chicos tienen labia como para defenderse de acusaciones así y peores, argumentan: «una búsqueda en internet te ahorra muchísimas cosas, como ir a la biblioteca en auto o comprar mapas, hechos de papel». Y dicen, porque autoestima no les falta, que la tecnología que poseen es tan eficiente que si una persona hace una búsqueda en Google el ordenador de la persona gastará más energía que los servidores de la empresa.

Bueno, Google ya fue desenmascarado. ¿Podemos ocuparnos ahora de los que realmente están destruyendo el planeta?

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La Antártida, ¿un basurero?

Volando por el planeta con Google Earth llegué a la Base Argentina en la Antártida «Vicecomodoro Marambio», uno de los asentamientos que marcan la presencia de nuestro país en el continente blanco. Muchos argentinos, militares y civiles, dedican años de su vida a sostener este bastión nacional con mucho sacrificio personal y familiar, por eso siempre tuvieron nuestro respeto y admiración.

Sin embargo, esta foto que publicamos a continuación nos hace pensar que algunas cosas no están del todo bien en el lugar:

La toma pertenece a la fotografa María Stenzel, y se encuentra publicada en el sitio de la National Geographic, al que llegué siguiendo, como suelo hacer, las referencias que la revista añade en Google Earth toda vez que algo que fue relevado por ellos merece mostrarse.

En el pié de la foto se explica de qué se trata:

A millas de casa y por años a millas de la vista de otros, las bases Antárticas han sido por lejos el contaminante más grande del continente. Detrás de la Estación Argentina Marambio en la Isla Seymore, tambores de acero oxidados dan testimonio de las décadas de depósito de basura sin cuidado.

Si bien se aclara que tanto Marambio como las bases de otras naciones mantienen limpio actualmente el lugar, el registro gráfico estaría mostrando que Marambio aún no limpió su basura vieja.

Recorriendo la red de redes en busca de más información al respecto, encuentro una referencia a un artículo del diario Clarín publicado en 1997 y reproducido en el sitio del SER2000, en el que se afirma lo siguiente:

El Instituto Antártico Argentino y la Fuerza Aérea fijaron un plan de 15 años para limpiar los seis destacamentos argentinos. Todos los años traen a Buenos Aires centenares de toneladas de desechos. (…) Por año, unas 300 toneladas de basura llegan al puerto de la ciudad de Buenos Aires. Vienen a bordo del rompehielos Almirante Irízar, que cada verano se da una vuelta por la gran reserva del mundo. Desde su oficina porteña, el jefe del Programa Ecología Terrestre y Medio Ambiente del Instituto Antártico Argentino, José María Acero, explicó que ‘traemos no sólo los desechos que se generan ahora sino también la basura histórica, que es la que se acumuló durante años y está enterrada’. Según Acero, la basura añeja que esconde la nieve ‘es la que se generó hasta los años 80, época en la que la conciencia ecológica no era tan fuerte’.

También se aclara en el artículo que,

  • Se fijó un plazo tan extenso de 15 años porque el clima permite trabajar sólo durante dos o tres meses al año, en verano.
  • Marambio es una de las bases más sucias porque se trata de un aeropuerto.

De hecho, según el informe Desarrollo de un Programa de Limpieza de residuos históricos en Base Marambio, Argentina, por Sánchez, R. A. y Ortúzar P. V, durante el período 1995-2007 más de 20 depósitos de residuos, con un volumen estimado en unos 1500 m3, han sido completamente removidos. Esto representa una reducción de más del 50% del volumen original de los depósitos de residuos presentes en los alrededores de la base Marambio. Asimismo, se han realizado tareas de clasificación y reagrupamiento de residuos en algunas otras áreas, con el objeto de facilitar su remoción en el futuro.

Según calculan organizaciones defensoras del medio ambiente, en la Antártida la totalidad de las bases existentes acumulan más de 300.000 toneladas de basura. En 1998 se firmó un acuerdo de preservación del medio ambiente, conocido como el Protocolo de Madrid, en el que los signatarios del Tratado Antártico se comprometen a proteger el entorno ecológico de la región.

Confiamos en que nuestras autoridades den el ejemplo, aunque con la salida de servicio del Rompehielos Irizar, cuyas tareas están siendo llevadas a cabo por el aviso ARA «Suboficial Castillo», estimamos que se hará extremadamente difícil continuar con el plan previsto al menos hasta el año 2010, fecha prevista para el regreso a los mares del rompehielos.

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Un pequeño pueblo en una gran demanda por contaminación

Kivalina es un pueblo de la costa de Alaska, habitado por unos pocos esquimales y pescadores de ballena. Pero ahora es noticia porque el Cuerpo de Ingenieros del ejército estadounidense hizo un estudio y determinó que el pueblo va a desaparecer en unos meses. ¿La razón? Las aguas de los hielos árticos derretidos inundarán esas tierras y los 400 habitantes tendrán que emigrar a zonas más altas. La causa del derretimiento de los hielos es la contaminación ambiental.

Lo explica el periodista Gustavo Sierra en su columna de los domingos del diario Clarín, titulada «La delgada línea roja»:

Kivalina será la punta de lanza de un grupo de defensores del medio ambiente que intentarán probar que el daño fue provocado por unas cuantas empresas petroleras que operan en la zona y que conspiraron para ocultar la información del desastre. La misma estrategia utilizada para quebrarles la mano a las grandes tabacaleras que contrataron científicos, profesores y periodistas para esconder el hecho de que el cigarrillo provoca cáncer.

Y para ese «megajuicio» que podría tener repercusiones mundiales como las tuvo el veredicto contra el tabaco –los efectos se sienten en todo el planeta–, los habitantes de Kivalina contrataron precisamente a los mismos abogados de aquel proceso que terminó en 1998 cuando las tabacaleras pagaron 200.000 millones de dólares a 13 Estados en compensación por los gastos en salud. Durante la «guerra del tabaco» los abogados Steve Susman y Steve Berman estuvieron en veredas opuestas. El primero representó a los damnificados y el segundo a las grandes empresas. Ahora, estarán juntos en el equipo que intentará probar que petroleras como BP America, Chevron o ExxonMobil intentan ocultar desde hace años las consecuencias que provocan en el medio ambiente las emisiones de gases de sus plantas y de la gasolina que producen. De acuerdo a Susman y Berman, ocho grandes compañías invirtieron al menos 16 millones de dólares en grupos antiambientalistas. Y en el proceso, esperan tener muchas más pruebas como las que aportó el químico Jeffrey Wigand, de una de las más grandes tabacaleras, cuando se presentó en el programa 60 Minutos con documentos que probaban que la empresa conocía los efectos nocivos de la nicotina desde hacía cuarenta años.

Seguiremos con atención el desarrollo de estos acontecimientos, porque nos afectan a todos. Aunque el problema esté al otro lado del planeta.

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