Hoy estamos abandonando su clase, con el fin de expresar nuestro descontento con el sesgo inherente a este curso. Estamos profundamente preocupados por la forma en que este sesgo afecta a los estudiantes, a la Universidad, y nuestra sociedad en general (…) Un estudio académico legítimo de la economía debe incluir una discusión crítica de las ventajas y los defectos de los diferentes modelos económicos. A medida que su clase no incluye las fuentes primarias y rara vez se cuenta con artículos de revistas académicas, tenemos muy poco acceso a aproximaciones económicas alternativas. No hay ninguna justificación para la presentación de las teorías económicas de Adam Smith como algo más fundamental o básico que, por ejemplo, la teoría keynesiana. (…) Los graduados de Harvard juegan un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo. Si falla la Universidad de Harvard a la hora de equipar a sus estudiantes con una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones serán susceptibles de perjudicar el sistema financiero mundial. Los últimos cinco años de crisis económica han sido prueba suficiente de ello. No estamos retirando de su clase este día, tanto para protestar por la falta de discusión de la teoría económica básica y como para dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica (Occupy wall street). Profesor Mankiw, le pedimos que se tome nuestras inquietudes y nuestro retiro de su clase en serio.
(Fragmentos de la carta escrita por alumnos de la cátedra de Introducción a la Economía de la Universidad Harvard, dirigida al economista Gregory Mankiw, luego de retirarse de su clase en protesta por el contenido y el enfoque con que Mankiw dicta la materia)
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La belleza y el deleite de comprender a través de la matemática
El Café Científico 2009 es un encuentro que se lleva a cabo el tercer martes de cada mes en el Bar La Favrika de Tucumán 1816, Rosario. El próximo martes 19 de mayo, a las 19.30 horas dialogará con el público Adolfo Ordoñez, doctor en matemática y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario. La especialidad del Dr. Ordoñez es la geometría diferencial, y sus aplicaciones a la física.
El tema convocante para la ocasión es «Matemática: La belleza y el deleite de comprender». En la gacetilla que recibimos se explica este abordaje:
Todos hemos ‘sufrido’ (quién más, quién menos) una enseñanza de la Matemática demasiado alejada de nuestras experiencias del diario vivir, basada casi exclusivamente -y eso, en el mejor de los casos- en el pensamiento lógico, y con poca o ninguna repercusión en el sentir. Del tipo: ‘háganse menos preguntas y resuelvan mejor las cuentas y las ecuaciones’. Pero ese innecesariamente ‘seco y arduo’ aprendizaje no favorece el despertar de la sensibilidad ni de la creatividad matemática, ni tampoco es fiel a la esencia misma de lo matemático. Cuando ‘comprendemos’ -mediante un despliegue más profundo de nuestra inteligencia, con nuestro pensar y sentir- una verdad matemática, se produce una ‘transformación’ o ‘reacomodamiento’ interior que es una experiencia estética maravillosa. La Matemática no es una mera ‘edificación lógica’ de muchos pisos, está fundamentada en un sólido terreno experiencial y ofrece un bellísimo paisaje de ‘intuiciones’ para concebir nuestra vida y realidad.
Organiza el encuentro la Secretaría de Cultura y Educación, Municipalidad de Rosario, y auspician la Secretaría de Estado de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Provincia de Santa Fe, la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la UNR y el Consejo de Investigaciones de la UNR.
Escritora se pregunta: ‘¿A la escuela le importa la escritura de sus docentes?’
Quién se pregunta esto es la escritora y docente Angela Pradelli, premio Clarín de novela, en una columna de opinión publicada ayer por ese diario. Pradelli afirma allí que «existe escasa estimulación, cuando no desdén o boicot, para que maestros y profesores desarrollen textos con riqueza y claridad en beneficio propio y de sus alumnos».
El punto de partida de esas reflexiones según ella misma lo explica, es la entrega de premios del concurso literario organizado por la Dirección General de Escuelas y dirigido a los docentes escritores de la provincia de Buenos Aires, que hace unos días se llevó a cabo en la Feria del Libro. Y afirma: «que las autoridades bonaerenses promuevan la escritura de sus maestros y profesores y que los premien por eso es un signo social que reconforta y que las escuelas deberían apoyar con gestos claros y concretos.»
Que importante es que alguien con oficio de escritor lance semejante desafío, porque ese es otro tema que necesita ser revisado. Y si bien la escritora se refiere primariamente a textos literarios, inmediatamente me hizo pensar en el enorme esfuerzo que significa para la mayoría de los docentes escribir, ya no literatura sino simplemente los textos con los que se va a trabajar en clase, porque el sistema remunera solamente las horas frente al aula y muchos deben sumar horas para poder subsistir. Mientras tanto, editoriales en un extremo y fotocopiadoras, en el otro, de parabienes.
Pero no quiero desviar la atención del punto focal que aborda la escritora, quién cuenta su experiencia y dice:
Ni la publicación de los libros ni el ingreso al mundo editorial me empujaron a dejar la cátedra. Por eso duele escuchar la pregunta de por qué sigue una escritora enseñando en las escuelas secundarias. La inquietud revela una construcción social: la noción de que la escritura y la docencia son dos prácticas que no conviven. Y la idea también de que la escuela es un lugar del que hay que irse lo antes posible. Son pocos los que entienden que la escritura, como una savia que corre por vasos comunicantes, alimenta también la cátedra. La escritura es un instrumento con el que construimos pensamiento y es también el vehículo para que las ideas se liberen de prejuicios, se aclaren, se enriquezcan, se ahonden.
Es la escuela la primera responsable de enseñar a escribir y garantizar en las aulas las prácticas de la escritura. Imaginemos un país en el que maestros y profesores sean verdaderos productores de textos, escribas eficaces que tomen la palabra y construyan textos de circulación social. En la realidad diaria, no sólo estamos lejos de alcanzar ese estado sino que, aun peor, en algunas escuelas las autoridades se envalentonan en su propia mediocridad y menoscaban la práctica de la escritura.
Convengamos también que tampoco abundan estos concursos y que es una rareza que los organismos oficiales los convoquen. ¿No es en la escuela acaso donde deberíamos entrenarnos todos, alumnos, maestros y profesores, como escribas eficaces de textos que argumenten con solidez, que describan con precisión, que expliquen con claridad y que narren historias con soltura y pericia? ¿No debería la escuela ser ella misma una usina verdadera e inagotable de textos?
Sin embargo, y decir esto también es un dolor, algunas instituciones se empeñan en negar tanto la importancia de la escritura como la necesidad básica de convertir las escuelas en verdaderas canteras de escritores. Conozco de cerca la situación de los docentes cuestionados en sus escuelas por intervenir con sus escrituras en los espacios sociales. Son instituciones incapaces del diálogo propio de sociedades democráticas y, necias a aceptar ideas distintas a las suyas, pretenden ejercer la censura de otras voces. Entre sus funciones más importantes los directivos deberían priorizar la promoción de la escritura en sus comunidades educativas y la preocupación por alcanzar un nivel de excelencia en la escritura institucional.
Pero estamos tan lejos de eso. A cambio tengo una colección cada vez más completa de textos redactados por directivos que avergüenzan por su prosa, tan defectuosa y desarticulada que hasta los mismos alumnos, estudiantes del secundario, detectan los errores. Son escrituras que ponen en relieve el grado de ignorancia respecto al lenguaje de quienes deberían ser los primeros en asesorarnos en el uso de la palabra.
Finalmente, Angela Pradelli se permite un anhelo:
Trabajemos para que en la docencia se escriba cada vez más y mejor, y que las obras desborden los certámenes. Para ello, los organizadores tendrán que superar los obstáculos que ponen aquellos que dentro de las escuelas se empeñan a diario en hacer abortar las propuestas superadoras y liquidan su responsabilidad de difusores y motivadores colgando la información en una cartelera, seguros tal vez de que la delgadez del alfiler sostendrá por poco tiempo esa convocatoria que pronto hará aumentar la pila de papeles que se archivan.
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