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El problema del “slop” en inteligencia artificial

El “slop” es un tipo de spam pero hecho por inteligencia artificial (IA). Se genera mucho contenido no deseado de forma automática sin que nadie lo supervise. Simon Willison, un desarrollador, inventó la palabra “slop” para hablar de la cantidad enorme de contenido inútil creado por IA en Internet. Este riesgo se ve en los modelos AI y su aplicación en el procesamiento del lenguaje. El peligro es que se generan contenidos de baja calidad en grandes cantidades sin la guía o la revisión humana necesaria.

Este mal contenido tiene solo un propósito: ganar dinero a través de la publicidad en sitios web y redes. Estos materiales hacen que internet esté lleno de información que no aporta nada. Además, pueden dañar la clasificación de sitios en las búsquedas y facilitar la desinformación y la manipulación, porque básicamente busca ganar dinero atrayendo visitas y aumentando seguidores en redes. De este modo se convierte en un riesgo para la verdad y la manipulación.

El “slop” y el spam se parecen

Ambos crean contenido para ganar dinero o promocionar productos, pero sin importar si a la gente le gusta. La gran diferiencia entre ambos es que la IA crea “slop” más rápido y en más cantidad. Se trata de una nueva forma de llenar el internet con contenido sin sentido. Esto incluye textos, imágenes y videos, y a menudo se trata de contenido irrelevante o incluso dañino. Por ejemplo, se podrían encontrar malas recomendaciones de viajes o memes incorrectos en redes sociales. Los sistemas de IA no entienden el contexto o no muestran empatía. Por eso, el contenido muchas veces no tiene valor para las personas. Para peor, tiene una tasa de entrega exitosa del 80% en correos donde el spam normal no pasa.

Los algoritmos de IA detrás del “slop” son muy avanzados. Pueden ser precisos hasta en un 95%, pero los usuarios solo lo detectan como spam el 30% de las veces. Esto se debe a lo ingenioso y dinámico que es este tipo de contenido.

En conclusión, el “slop” impacta negativamente la calidad de la web. Esto no solo afecta lo que vemos, sino también nuestra percepción de la red. Puede ser malo a largo plazo para empresas y sitios web. Menos credibilidad y una mala reputación son algunas de las consecuencias, un gran riesgo que contribuye a la desinformación.

Es clave concientizar sobre el contenido de “slop”

Siendo que el «slop» es información hecha por IA sin control humano, requiere algunas soluciones inmediatas. Una de ellas, etiquetar claramente lo que produzca la IA, así la gente sabrá qué contenido es de “slop” y evitarlo si así lo desea.

Pero los usuarios también pueden ser activos en luchar contra el “slop”. Deben aprender a ver contenido creado por IA y a ser críticos. Esto les ayudará a hacer elecciones mejores mientras navegan en internet. Es vital aprender a reconocerlo, detectando el contenido de baja calidad o sin contexto. Al saber identificarlo, los usuarios pueden consumir con más cuidado, evitando la sobrecarga de datos no útiles.

Otras acciones necesarias: promover el consumo de contenido de calidad, producido por fuentes confiables y con un enfoque editorial sólido, y denunciar y reportar el contenido sospechoso de ser “slop” a las plataformas y autoridades correspondientes. Trabajando juntos, empresas, reguladores y usuarios, podemos controlar el impacto de la inteligencia artificial para el bien de todos.


Fuente (Texto e imagen): Blog Donweb
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Lecciones a aprender de la digitalización en las escuelas españolas


En el siguiente artículo del diario español La Razón, docentes, familias y expertos se plantean cómo afrontar el delicado debate de incorporación de las pantallas en las escuelas.


El primer trimestre del año toca su fin y, con él, comienzan las campañas de promoción en los centros formativos con el objetivo de cubrir las plazas vacantes y llegar al número de alumnos necesario para arrancar y planificar el próximo curso académico.

La presencia de pantallas en las aulas y en el proceso educativo es uno de los grandes puntos de interés y, además juega un papel importante en el proyecto de muchos centros educativos. Tras varios años de implantación, después de mucho esfuerzo e inversión, en los últimos meses el debate ha vuelto al origen. Padres, expertos en educación y profesores se preguntan si suponen un avance, si son un recurso más o si, por el contrario, representan un lastre para los alumnos.

La presencia de pantallas en las aulas no es algo nuevo. Desde la implantación de las primeras pizarras digitales en los primeros años de este siglo XXI y pasando por los proyectores, el proceso de digitalización de los centros educativos ha ido dando pasos adelante. El debate está servido.

Despejarlo no es el objetivo de este reportaje, si bien todo parece apuntar a que la digitalización ha venido para quedarse, pero depende de los protagonistas (centros educativos, profesores y padres) saber utilizar este recurso que, aunque tiene muy buenas aplicaciones para la docencia (organización, comunicación, etc.), aún está por probar científicamente su aportación a la educación y formación de los alumnos. Prueba de ello es que países como Suecia han paralizado los planes de digitalización para revisarlos a fondo. La solución a esta ecuación no la conoceremos a corto plazo, y todo parece indicar que habrá que esperar pacientemente para ver cómo evoluciona la cuestión.

Para conocer el momento en que nos encontramos en cuanto a la digitalización se ha consultado a diferentes actores del proceso educativo. LA RAZÓN ha hablado con expertos, asociaciones de padres y colectivos de profesores para analizar la cuestión. Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, Begoña Ladrón de Guevara, presidenta de la Confederación de Padres de Alumnos (COFAPA), y Juan Torija, secretario general de la Federación de Enseñanza de USO de Madrid (FEUSO) (*), ofrecen una mirada desde sus respectivos puntos de vista del proceso formativo, en lo relacionado a la digitalización en la educación.

La posibilidad de dar y/o recibir clase a través de tabletas no debe ser una imposición. En ningún caso, al menos, se debe imponer por encima del método, digamos, tradicional. Si un colegio apuesta por las tabletas, parece lógico dar la opción de mantener los libros en formato físico para las familias que así lo deseen. Esto lo exige un gran número de padres y profesores, pues es parte de la libertad de elección de centro escolar presente en varias comunidades autónomas y, también, alude a la libertad de cátedra, en el caso de los profesores y docentes.

Entonces, ¿dónde está el debate? Juan Torija explica cómo los colegios, de un tiempo a esta parte, se afanan en encontrar alicientes atractivos para que nuevas familias decidan matricular a sus hijos en el centro. «Tener que competir con el colegio de al lado para llenar aulas no había ocurrido nunca, pero la crisis de natalidad que vivimos actualmente ha puesto en riesgo a muchos colegios, que han visto en la digitalización un potente reclamo. En muchos casos, se pone por delante (erróneamente) la viabilidad de una empresa antes que la coherencia con el proyecto educativo del centro».

Los colegios han querido adaptar la docencia a través de pantallas valiéndose de soportes (las tabletas) que no están concebidos para que los niños reciban clase con ellos. L’Ecuyer opina que se les da carta blanca a las empresas tecnológicas para entrar en las aulas: «Pedir a las tecnológicas que proporcionen una herramienta educativa es como pedir a una cadena de comida rápida que haga el menú de los comedores escolares».

En cuanto al profesorado, es innegable que la tecnología ayuda de manera importante al trabajo de los adultos, pero también tiene su lado menos agradable. Juan Torija comenta el nivel de extremo cansancio al que están sometidos los docentes, pues «por su fuerte componente vocacional, es muy difícil para los profesores dejar de contestar un correo electrónico, corregir exámenes o trabajos o actualizar las notas en el sistema a horas intempestivas», completamente fuera del horario laboral.

Importancia del modelo tradicional

Begoña Ladrón de Guevara defiende la presencia de dispositivos digitales en las aulas como un recurso más dentro de todas las posibilidades que existen para hacer más eficaz el proceso educativo y formativo de los alumnos. «De ninguna manera puede sustituir a la escritura o a la lectura en libros físicos», apunta la presidenta de COFAPA. L’Ecuyer defiende desde hace una década la importancia de retrasar el contacto de los niños con las pantallas lo máximo posible. «La mente aún inmadura del niño se vuelve pasiva y dependiente ante la pantalla», explica. En este caso, «sí que existen evidencias científicas que prueban los efectos en la memoria y la forma de aprender de los alumnos, y son ellos mismos los que dilucidan, llegados a cierto nivel de madurez (segundo ciclo de ESO o Bachillerato), si estudiar con una tablet es bueno o no para ellos», comenta Torija a este respecto.

Como conclusión, la falta de evidencias científicas del valor aportado por la tecnología a la educación es un gran hándicap, que debe ser oportunamente valorado por los centros antes de decidir (mejor si es en consonancia con los padres y profesores) si apostar por esta opción.

En opinión de Begoña Ladrón de Guevara, es obligación de las familias conocer el proyecto educativo del colegio y, si se llega a diferir en algún punto del mismo, confiar en los cauces de comunicación habituales para contactar con el centro. «Solo así, caminando colegios y familias juntos», comenta, «se puede llegar a un entendimiento beneficioso, para los alumnos (sobre todo)», verdaderos protagonistas del entorno y el proceso formativo y educativo.

Por ello, no se puede tomar a la tecnología como algo absoluto y excluyente. «Es incongruente hablar de libertad educativa y, después, imponer las tabletas sin ofrecer una alternativa analógica a los padres», explica Catherine L’Ecuyer.


(*) USO: Unión Sidical Obrera, el tercer sindicato en representación a nivel estatal en España.
Fuente: LaRazon.es
Imágen: EbTouch

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Una Tabla Periódica de los elementos que enseña sus aplicaciones

Gracias a la innovadora visión de Keith Enevoldsen, diseñador gráfico de Seattle, EE.UU., esta guía trae una nueva mirada a la tabla periódica clásica: se trata de una versión interactiva que rediseña la forma en que interactuamos y aprendemos sobre los elementos.

Haciendo clic sobre la imagen se obtiene una versión en tamaño completo.

 


Fuente: Comunidad biologica

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Día Internacional de la Seguridad Informática

El 30 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Seguridad de la Información, o del inglés Computer Security Day.

Una celebración que surgió en el año 1988, como consecuencia del primer caso de malware de propagación en red que se registró en el mundo, conocido bajo el nombre de «Gusano de Morris», que afectó al 10% de las máquinas conectadas a Aparnet, la Internet de entonces.

A raíz de esta situación, la Association for Computing Machinery (ACM), estableció que cada 30 de noviembre se recordaría a todas las personas la obligación y necesidad que tienen de proteger sus datos de cualquier tipo de acción corrupta que puede ocurrir en el plano digital.

Algunos consejos básicos de seguridad digital

  1. Gestionar bien tus contraseñas: No solo se trata de poner una contraseña difícil en cuanto a longitud, sino también que no guarde tanta relación contigo, o por lo menos, no una relación tan obvia como el nombre de tu perro o tu fecha de nacimiento.
  2. Variar la contraseña en los diferentes portales, si quieres puedes tener 5 principales, pero no una sola para todo.
  3. No confíar en el Wifi público: No es que no lo puedas utilizar para hacer alguna consulta, ver un vídeo mientras esperas la llegada del tren o leer noticias, pero no lo uses en espacios de alto riesgo, como entrar a la página del banco e incluso ingresar en tus redes sociales o email.
  4. Actualizar siempre el software: A todos nos parece tedioso que cada tanto nuestra computadora o nuestro sitio web, diga que tenemos que actualizar algún programa o plugin, pero normalmente estas actualizaciones buscan crear parches en brechas que ha dejado libre la versión anterior y que pone en riesgo nuestros datos.
  5. No descargar de cualquier sitio: Una mala costumbre que tenemos los cibernautas, es que nos encanta lo gratuito y por eso sin pensarlo mucho le damos a descargar. Igual con los correos electrónicos que tienen un archivo adjunto que parece interesante. Primero asegúrate que el sitio web o remitente es seguro y luego descarga el contenido.
  6. El teléfono móvil también es una computadora: Gestiona tu móvil tal como lo haces con tu PC. Es decir, descárgale un antivirus y cuida los sitios a los que entras con él.

Fuente
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Una solución sin debate, un debate sin solución

El asunto sería más o menos así: están aquellos que se apresuran a prohibir todo dispositivo digital en la escuela, por un lado, ludditas involuntarios producto de su propia ignorancia más que de una reflexión sesuda. En el otro rincón de este ring deteriorado que es la educación, aquellos que ven en las nuevas tecnologías la solución a todos los males de este mundo. Y en el medio los niños, dentro de un aula que, por centenaria, todavía depende de una pizarra, de fotocopias y de la buena voluntad de un docente tan abrumado como todos por la imposición -o carencia- de soluciones tecnológicas.

Pareciera ser, además, que ante la falta de un árbitro -siguiendo con la metáfora boxística- competente, informado y formado en estas cuestiones de la realidad del aula, los medios toman ese lugar y plantean con más o menos buenas intenciones el problema, convirtiéndose así en uno de los pocos lugares públicos en los que se debaten estas cuestiones.

Por eso no asombra que, días atrás, el medio español El País publicara el artículo que referenciamos aquí, con una bajada algo temeraria pero que plantea otro eje del debate que nos debemos: según un estudio, quienes usan más los dispositivos digitales para tareas escolares presentan peor comprensión lectora. 

El último informe internacional sobre habilidades lectura PIRLS, un estudio internacional sobre el rendimiento en comprensión lectora de niños de 9 a 10 años que realiza cada cinco años la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA), plantea la cuestión del impacto de los dispositivos digitales en los niños.

La evaluación internacional mostró que en un promedio de los 57 países participantes, los alumnos que utilizan dispositivos electrónicos más de media hora al día para para buscar y leer información y hacer tareas escolares, obtienen peores resultados que aquellos que los utilizan menos tiempo. 

¿En qué basan esta cuasi-certeza? En que en nueve países de la Unión Europea que no utilizan los dispositivos -Finlandia, Dinamarca, Irlanda, Alemania, Francia, Italia, Austria, Portugal y la República Checa, presentan mejor comprensión lectora que quienes los utilizan más de media hora al día.

Los autores de PIRLS mencionan algunos factores que podrían haber influido en los resultados de su evaluación: es posible que quienes utilizan más de media hora al día un dispositivo para hacer tareas escolares sean alumnos a los que se les impone trabajo extra porque su rendimiento regular es bajo, que sean «lectores más lentos» y por ello necesiten invertir más tiempo delante de la pantalla, o que simplemente «se distraigan más».

Por esto, algunos especialistas coinciden en no apresurar conclusiones, dado que ante todas estas variables el estudio podría considerarse sesgado.

El artículo remite a comentarios de algunos padres reticentes, que afirman no faltos de razón que no es lo mismo darle un libro a un niño y decirle que tiene que leerlo que darle una tableta sin que las tareas estén bien pautadas y supervisadas.  Cómo no coincidir.

Lo cierto, según se plantea, es que las diferencias entre la lectura digital y en papel no han sido todavía suficientemente estudiadas.

Lo interesante del estudio, y que los autores del artículo destacan, es que el debate parece dirigirse a una cuestión de grados y de velocidad de progresión hacia las nuevas tecnologías, antes que a una disyuntiva entre dispositivos digitales o papel. Lo cual, decimos nosotros, se parece más a una estrategia de marketing que a una cuestión pedagógica a resolver.

Se informa además en el citado artículo, que en Suecia y Dinamarca, dos países con gobiernos de signos diferentes, los responsables educativos han pedido más información en torno a las evidencias sobre el efecto del uso de dispositivos digitales para el aprendizaje de los niños, ante el temor de que puede incurrirse en un exceso digital en detrimento del papel.

«El problema es que los nuevos dispositivos se están introduciendo en muchos casos sin pedir a las empresas tecnológicas que demuestren beneficios».
Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología.

Es indudable, coincidimos con los autores nuevamente, que la escuela no puede permanecer al margen de este debate necesario. La propia naturaleza de su existencia le demanda preparar a los niños y a las niñas para desarrollar las competencias necesarias que les permitan sacar provecho de esos dispositivos y no caer en usos que les impidan aprender e incluso pongan en riesgo cuestiones como su propia seguridad.

«Los dispositivos son instrumentos de desarrollo personal, y hay que enseñarles [a los niños] a utilizarlos como hay que enseñarles a leer libros y otras mil cosas. De la misma manera que usar una calculadora no elimina la conveniencia de desarrollar el cálculo mental.»
César Coll, catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad de Barcelona.

Aquellos especialistas que sostienen la importancia de mantener los libros en papel en la etapa escolar, aseguran que para la adquisición de la lectura es importante no reemplazarlos. Leer en papel, aunque se pueda combinar con un dispositivo electrónico, facilita el proceso y se gana en comprensión lectora. Al leer en un libro tenemos de forma directa un mapa conceptual, mientras que en formato digital se avanza de otra forma, por trozos. El papel nos ayuda a hacernos un esquema del contenido de manera sencilla y óptima, según afirman.

Finalmente, una consideración no menor que entorpece todo el proceso del salto digital: tenemos que llevar nosotros mismos los dispositivos, tanto los profesores como los alumnos, porque no los paga la escuela. ¿Cuántos actores de nuestro sistema educativo pueden permitirse esto? La experiencia de Conectar Igualdad y otros planes en este sentido -decimos nosotros nuevamente-, fueron una experiencia positiva en varios aspectos pero que perdieron peso específico a medida que se enredaba en limitaciones tanto técnicas como sociales y políticas.

La deuda -tanto de debate como de implementación- queda pendiente.


Fuente: El País (España)

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