Ya comenté anteriormente sobre el proyecto de Daniel Krichman, de poner a mucha gente a escribir sobre cómo leen. En verdad, esta descripción es rápida y a medias: como expliqué antes, lo que propone es extraer algunas pistas metodológicas de las reflexiones de distintos profesionales de diversas áreas, acerca de sus formas de abordar un libro.
Habemos en esa lista -Daniel tuvo la deferencia de invitarme a participar de la experiencia- docentes, periodistas y especialistas de muchas ramas diferentes. Y confieso que no puedo dejar de pasar a mirar cada tanto, para ver quién otro me sorprende y me asombra -a la fecha van 21 abordantes– con su experiencia personal, y por tanto única.
En un momento pensé, «¿cómo no se me ocurrió a mi eso?», pero ahí es que me pongo agradecido por tipos como Daniel, observadores y pensadores que recuperan para nosotros los más lentos, el verdadero sentido de la expresión “2.0″.
Últimamente paso bastante tiempo observando como abordan el texto mis alumnos, tanto los pequeños de primaria como los más grandes. Siempre presté bastante atención a eso pero ahora lo estoy haciendo, si se me permite decirlo, como una especie de extensión personal del proyecto de Krichman.
¿Qué se ve? Coloquialmente lo digo: estamos en problemas. A modo de ejemplo: chicos de 6to. grado que no leen consignas porque es más fácil preguntar «¿qué tenemos que hacer?», que tomarse el tiempo para leer y entender -y esto dicho por ellos-. No parece abordarse el problema con suficiente seriedad, porque llegan a mayores prácticamente con la misma actitud infantil. Esto puede verse en los medios, por ejemplo, en la calidad de los reportajes, las formas de abordar las noticias, o simplemente en la cantidad de faltas de ortografía de los textos. Ni que hablar de ciertos conductores de TV.
Pero he visto y oído doctorados comiéndose las eses, cuando se supone que han tenido que pasar por tribunales y defender tesis. ¿Tendrá esto que ver con la lectura? Bueno, si se lee y quedan sólo datos, o no se aprendió el valor de las palabras y su correcto uso, pienso que si, que tiene que ver.
Mi ejercicio docente está vinculado con materias técnicas, pero aprendí de algunos ejemplos que tuve y corrijo contenidos y formas cuando doy clases y en los exámenes. La respuesta de los pibes suele ser «¡pero si no sos docente de Lengua!» Como dudo de que la lengua sea patrimonio de algún individuo en particular, no he dejado de hacerlo. Me ha sucedido además, de encontrar quién me mentó, no sin cierto asombro, como un «informático que además escribe».
Por todo esto y mucho más, es que creo que debemos hacer de nuestro amor por la lectura una «causa común»: transfiramos, impregnemos, transpiremos esa actitud hacia el libro, tal como lo propone Daniel al intentar extraer algunas pistas metodológicas de nuestras formas de abordar un texto.
Amigos, ¿me ayudan a pensarlo? Pasen y déjenme sus apuntes.