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Noticias y actualidad - 77. página

…con ojo crítico

Saber que tornillo apretar…

Recibí un e-mail con una historia muy simpática e ingeniosa que, como suelen hacerlo ciertas historias bien contadas, muestra la ironía de algunas situaciones cotidianas para quienes nos dedicamos a esto de trabajar brindando servicios. Dice así:

«Algunas veces es un error juzgar el valor de una actividad simplemente por el tiempo que toma realizarla…

Un buen ejemplo es el caso del ingeniero que fue llamado a arreglar una computadora muy grande y extremadamente compleja… una computadora que valía 12 millones de dólares.

Sentado frente a la pantalla, oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato. Procedió a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta y media a un minúsculo tornillo. Entonces encendió de nuevo la computadora y comprobó que estaba trabajando perfectamente.

El presidente de la compañía se mostró encantado y se ofreció a pagar la cuenta en el acto.

– ¿Cuánto le debo? -preguntó.
– Son mil dólares, si me hace el favor.
– ¿Mil dólares? ¿Mil dólares por unos momentos de trabajo? ¿Mil dólares por apretar un simple tornillito? ¡Ya sé que mi computadora cuesta 12 millones de dólares, pero mil dólares es una cantidad disparatada! La pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que lo justifique.

El ingeniero asintió con la cabeza y se fue. A la mañana siguiente, el presidente recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y procedió a pagarla en el acto, sin chistar. La factura decía:

Servicios prestados:
Apretar un tornillo: 1 dólar
Saber qué tornillo apretar: 999 dólares
Total: 1.000 dólares»

¿No es fantástico? Mucha gente se comporta como este presidente de compañía, ¿No es cierto? Pareciera que si no hay «sudor y lágrimas» no es trabajo. Entonces todos los años de esfuerzo capacitándonos para saber «que tornillo tocar» no son tenidos en cuenta.

No me quiero poner serio porque me contaron esto como un chiste, pero debemos saber valorar los esfuerzos de la gente por aprender y saber hacer las cosas bien.

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Dejame que te cuente, mi cielo…

Recibí una queja por el diseño de nuestro sitio. Como toda opinión, muy valiosa y respetable. Era en realidad un detalle menor y tenía mis razones, así que me dispuse a explicarselas a la persona en cuestión.

Pero cuando quise responderle, el mail me volvió. Uds. pensarán que fuí muy ingenuo, y tal vez tengan razón, pero sigo prefiriendo la discusión abierta y de frente (que no es lo mismo que «frontal»), y esperaba eso.

La crítica anónima no sirve de mucho, porque no permite responder y aclarar dudas o, al menos, agradecer. Si me escribìs, dejame abierta la posibilidad de responderte para dialogar, discutir o agradecer la molestia.

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Contacto real.

Si colocás una opción de contacto en tu sitio web, debés asegurarte que leés los mensajes y los respondés.

Es muy frustrante para quien hace la consulta no ser respondido jamás, y es muy probable que no sólo no te escriba más, sino que recurra a alguien de la competencia, y pierdas definitivamente la posibilidad de crear un vínculo con el navegante.

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