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Educación - 98. página

Tecnología y educación

Aunque lo nieguen, no deja de ser

Apenas comenzó el Mundial y la batalla ya está perdida. Y quedó claro que la ganaron los chicos: aún en los colegios donde se permitió ver el partido de Argentina de ayer (el primero del torneo en día hábil), las aulas estuvieron vacías.

Esto fue particularmente notorio en el Nivel Polimodal (los más grandes), aunque en EGB también se hizo sentir, pero menos. En este último todavía los padres tienen el poder de decisión en la mayoría de los casos.

Soy testigo de que muchos docentes y directivos le dieron un contenido, un perfil muy interesante a la cuestión del Mundial. Incluso podría decirse que el CD que elaboró el Ministerio de Educación contenía un material por demás interesante.

Otros, en cambio, fueron la negación total: pusieron reuniones a la hora del partido, prohibieron los televisores o forzaron situaciones francamente absurdas y fracasaron aun más estrepitosamente.

Este último es el «Sindrome Sebrelli-Savater», más conocido como el del «Perro del Hortelano»: no les gusta el Mundial y hacen todo lo posible para que el resto de los mortales nos sintamos los más idiotas del mundo por «seguir una pelotita». Por supuesto, de Fontanarrosa, Soriano y otros por el estilo, que hacen una defensa apasionada de «un juego de brutos que embrutece a las masas», ni hablar.

En cambio a mi, ¡cómo me gusta el Mundial! ¡Cómo me emocioné cuando Argentina salió a la cancha, cuando cantaron el Himno, cuando les «llenaron la canasta» a los pobres «Serbios y etc.»! Ví los goles cerca de 10 veces, casi en cada repetición y casi con la misma pasión con que veo el gol del Chango Cárdenas al Celtic o la gambeta de Maradona en el ’86.

Aunque lo nieguen no deja de ser. Aunque nieguen la locura, los goles, las camisetas, los cantitos, las caras albicelestes, los trapos, los papelitos; en fin, la pasión del futbol, no deja de ser. Como tantas pasiones populares convertidas en fenómenos sociales, el futbol no puede ser ignorado.

En general somos un país de «ignoradores»: suelen dejarse de lado e ignorarse personajes y hechos históricos y populares, muchas veces por actitudes funcionales a los poderes de turno.

Estemos de acuerdo o no, no se pueden negar. Estemos de acuerdo o no con Rosas, con Perón, con el Che; de acuerdo o no con los movimientos populares, con el tango, el floclore o el rock, o con cualquier otra manifestación del fervor popular, no dejan de ser.

Se pueden analizar, rechazar, criticar o amar, pero no negar. Y el futbol, en tanto expresión popular, tampoco puede ser ignorado. Lo que sucedió con el partido de Argentina, en algunos casos, fue querer tapar el sol con la mano, porque el fenómeno emergió igual con toda su fuerza.

Y mientras tanto escuela y sistema quedaron afuera, perdiendo la enorme oportunidad y perdiendo por goleada.

Resultado: Escuelas vacías – Alumnos fuera.

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Un cacho e'cultura

Hoy leía en un blog sobre el mundial un comentario a un post, en el que alguien describía amargamente algunas actitudes triunfalistas y en el límite con la soberbia que solemos tener los argentinos con el futbol en particular, y con la vida en general.

Esta persona muy enfáticamente afirmaba que las razones de este mal son culturales, en un texto con una cantidad de faltas de ortografía asombrosas.

Está bien, una tilde menos o una x por un par de c pueden no ser signos de incultura. Escribir «companía», como escribió una colega días atrás en una nota puede ser sólo distracción. Pero se está escribiendo mal, muy mal, esa es la realidad.

Se han multiplicado los medios para expresar las ideas y opiniones, gracias a la cantidad de avenidas que abre la red para ello. Habría que tener un poco más de cuidado y usar un poco más el diccionario si se tienen dudas.

Después de todo, lo que decimos es importante. Pero cómo lo decimos (o escribimos), también.

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Bienvenida, Inteligencia

Quienes recorran nuestro sitio «Tecnología para todos» y este blog seguramente notarán, como ya lo han hecho nuestros allegados y colegas, que somos ‘victimas’ de una ‘enfermedad’ que nos aqueja y que nos ‘obliga’, a modo de antídoto, a leer a la Sra. Beatriz Sarlo.

Esa enfermedad, que podría recibir varios nombres, surge de la grave anemia de ideas inteligentes que nos rodea a quienes nos movemos en ámbitos de la tecnología en general, y las TIC en particular.

Si, claro, está lleno de ‘opinólogos’, de gurúes y especialistas, pero convengamos que es muy raro escucharlos decir algo inteligente, ocupados como están en ser los nuevos ‘negropontes’ que acierten en el pronóstico de como será el mundo tecnológico de aquí a diez, cien o mil años.

Ante tan apocalíptico panorama, el remedio: leerla a la Sra. Sarlo. Bueno, no es el único remedio. Hay otros pensadores que con similar sensibilidad y claridad de ideas (como por ejemplo, Luis Doval) aportan algo de luz a semejante oscuridad tecnológico-intelectual , pero acabo de leer algo que escribió la mencionada que es destacable.

En su columna de hoy en la revista Viva, la escritora y ensayista plantea que la idea de ‘alfabetización digital’ tiene mucho de engañoso porque nadie se alfabetiza dos veces, ‘precisamente por el carácter de límite entre un antes y un después que tiene el aprendizaje de las letras’. ¿Por qué? Porque aprender a leer traza un umbral, porque no se adquiere solamente una capacidad de descifrar signos, sino una máquina con la que se fabrica cualquier cosa. ‘Se trata, por lo tanto, de algo que no puede ser comparado con nada’.

Se debe reconocer, ya en esta primera aproximación a la idea motora del artículo, que no nos hemos detenido a pesar la importancia de las palabras y las ideas en este sentido. Entonces surge una lógica pregunta, que es respondida con igual coherencia:

‘¿Cuánto tiempo es necesario para aprender a manejar un procesador de textos, una hoja de datos sencilla, un cliente de correo electrónico y un buscador de contenidos en Internet? Cualquiera que haya inspeccionado las ofertas de cursos en el mercado sabe que, en el peor de los casos, sólo pocos meses. Por supuesto, no se trata de mandar a los maestros a la academia de la esquina, sino de definir bien cuál es el problema. Alguien que sepa leer y escribir sin faltas de ortografía y que haya cursado varios años de secundario dominará cualquier buscador de contenidos en dos días o en dos horas. Quiero decir que estará en condiciones de tipear algunas palabras y recorrer las páginas de resultados. Sólo es necesario que la tecnología y la conexión a Internet estén económicamente a su alcance. Logrado esto, empieza lo verdaderamente difícil.’

Hay una combinación de factores que se recortan de estos conceptos claramente: capacitación del docente, apoyo total del estado en el achicamiento de la brecha tecnológica, abaratamiento de costos, decisiones políticas tendientes a la masificación del medio.

Pero esto no es todo, porque si no consideramos el factor cultural del problema, corremos el riesgo de errar al diagnóstico y su cura:

‘Internet es un mundo sin índices ni jerarquías reconocibles a primera vista. Cuando se habla de miles de millones de páginas, la palabra páginas describe algo bastante aproximado a lo que sucede: pantallas y pantallas de información escrita, visual o sonora que sólo en algunos casos (y hay que saber cuáles son) entregan lo que prometen en términos de contenidos. Como si alguien debiera buscar las respuestas a sus interrogantes en medio de una tormenta de hojas de libros sin encuadernar y sin numerar. Lo difícil no es manejar esa tecnología sino estar intelectualmente preparado para navegar esa masa indócil de datos. Como no se trata de un videojuego, más que tipear rápido es necesario pensar bien y haber acumulado antes la mayor cantidad de informaciones: cuanto más se sabe, cuantos más libros se han leído, mejores hojas se pescan en el torbellino de la red, donde las buenas soluciones las encuentran quienes también son capaces de encontrar las buenas soluciones en los libros impresos.’

Va de nuevo: ‘…es necesario pensar bien y haber acumulado antes la mayor cantidad de informaciones’

Sra. Sarlo, humildememte le decimos: los docentes de tecnología la necesitamos en ciertos portales educativos; la necesitamos en el Ministerio de Educación; la necesitamos hablando, pensando, opinando, proponiendo, porque hasta ahora han tenido la ‘manija’ los opinólogos de turno, los gurúes de la tecnología de la brecha, y nadie lo ha dicho tan claro como usted.

Indudablemente estamos errando en las premisas elementales, por eso todo análisis cae en saco roto.

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El mundial y la escuela

Hay algo notable en la discusión por el próximo mundial de fútbol, si dejamos o no ver a los chicos los partidos en la escuela. Lo notable es que sigamos discutiendo el uso de las nuevas tecnologías en el aula, cuando no podemos meter ni a la fuerza una tecnología de tremenda antigüedad y de tan grande inserción social.

Entre la prohibición, que demuestra que aun los más ilustrados han aprendido poco del pasado reciente, y la excusa -inexcusable- de meter contenidos a la fuerza, hay un vacío enorme que ningún puente pedagógico ha podido salvar.

Leía el análisis que hace el periodista Orlando Barone sobre el conflicto, en un artículo titulado «El totalitarísmo del fútbol y las escuelas», y puede decirse que está claro cual es el eje de la cuestión. Dice, entre otras cosas:

«(…) Aquellas opuestas posiciones educativas no marcan sino distintas formas de enfrentar o de defenderse de la fuerza imparable de la marea futbolística. Y optar por uno u otro recurso no cambiará el objetivo estudiantil que –con o sin permiso institucional- tendrá como destino colectivo las vicisitudes de los partidos y de los resultados.

Poco importará a los alumnos tratar de entender la historia de Croacia, la etnia de un país africano, el arte milenario de un país asiático o la trama histórica y política de Alemania. No es necesario que el sistema educativo se autojustifique tratando de emprender una aventura vana. Ellos estarán pendientes de los goles, del triunfo o la derrota del seleccionado, y no de recibir clases alusivas bienintencionadas y poco realistas.

(…) En un caso -dejar que se mire el mundial por televisión en las aulas- se trata de una forma flexible y progresista; en el otro, se trata de mantener, sin concesiones, la tradición y la razón de ser de la enseñanza. (…) Lo que los educadores deben sopesar es que si la selección fuera eliminada prontamente, la triste carga sicológica de los alumnos no variará y será igual en cualquiera de ambas opciones. Tendrán que asumir el correspondiente duelo de una sociedad futbolera. Y no importa si vieron o no televisión en la escuela. Pero si Argentina ganara el campeonato del mundo ya no importarán ni la educación ni la escuela ni la Universidad, ni el parlamento ni el Gobierno ni nada: la Argentina estará cerrada una semana. Y el ministro Filmus y Jaim Echeverry también se habrán convertido en masa.

Brillante. Muy claro.

La discusión pasa por otro lado.

Ese vacío enorme del que hablábamos al principio tiene que ver con que la pedagogía de la excusa está impidiendo que alcancemos un acuerdo, una estrategia común, de la que la tecnología sea un aporte, un soporte para proyectos que interesen y formen a todos.

Hay cuestiones que la escuela no puede -y a veces no sé si quiere- manejar, porque la resistencia a las nuevas tecnologías fue históricamente casi un paradigma. ¿Cuanto tiempo tardó en aceptar el boligrafo? ¿Cuanto se está tardando en construir espacios que acomoden a todos, aun a los de diferentes capacidades? ¿Cuanto tiempo se va a tomar discutiendo sobre los celulares? ¿Cuando va a terminar de incorporar una tecnología como la de la televisión, próxima a cumplir 56 años?

Un proyecto que es un intento

Una esperanzadora aproximación -a nuestro humildísimo criterio- parece ser el proyecto de Mendoza, una de las seis provincias del país en las que el Mundial de Fútbol será incluido como un tema de análisis en la escuela, a modo de contenido transversal a los programas de todas las materias de tercer ciclo de EGB. Para ello, preveen utilizar el libro «La escuela, los medios y el Mundial de Fútbol Alemania 2006», auspiciado por la Embajada de Alemania en Argentina, y que contiene 70 actividades que fueron elaboradas por los coordinadores del programa Escuela y Medios de las distintas provincias.

Ariel Barrios, titular de ese programa de la Dirección General de Escuelas de Mendoza, destacó que “el objetivo es que los alumnos conozcan, relacionen e interpreten el rol de los medios -el énfasis es mio-. Eso permitirá vincular los contenidos curriculares de la escuela a la realidad cotidiana y a los eventos sociales, deportivos, artísticos, políticos, económicos que vive toda la sociedad.» Y agregó que cada establecimiento tendrá libertad para utilizarlo antes o después de un partido.

Al menos es un esfuerzo de darle un sentido desde lo institucional.

Pero el problema central no es el televisor o la tecnología en general. El problema es que llamamos a las cosas por otro nombre que el que tienen. Los progresistas no quieren parecer conservadores hablando de orden y disciplina; los conservadores no quieren -¡Dios nos libre!- parecer progresistas hablando de albedrío. En el medio, los chicos haciendo lo que quieren, porque el sistema no los contiene; porque los adultos, sus modelos, están discutiendo en los bordes del problema.

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¿Por qué será que no le gusta a Gates?

Bill Gates se expresó en forma negativa acerca del proyecto OLPC y las notebooks de u$s 100.- del MIT. Algunos diarios llegaron a referirse a dichos comentarios como «burlones».

Sin entrar en juicios de valores acerca de la campaña o las cualidades del producto que promueve, he aquí dos de las razones por las que intuyo el porqué de los comentarios de Mr. Gates:

Sensación mía 1: El fundador de Google, Larry Page, anunció este año que su compañía respaldaba el proyecto del MIT. ¿Será que no pueden apoyar los dos las mismas campañas por una cuestión de competencia? En todo caso, bravo por Larry.

Sensación mía 2: Dijo Negroponte: «El software (Windows) ocupa demasiado y no es fiable, así que comenzamos con Linux». ¿Será que Gates se enteró por este comentario que hay gente que prefiere Linux a Windows? Si es así, no se desquite con Negroponte, Sr. Gates. Hay bastante más gente con la misma opinión.

«Por interés baila el mono», decía la abuela… ¿Y la cuestión solidaria del proyecto?

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