Saltar al contenido

Morduchowicz: «Estamos en un momento filosófico, con más preguntas que respuestas»

La expresión pertenece al economista y especialista en política educativa Alejandro Morduchowicz. El disparador: su artículo «Pensar el futuro sin poder salir del pasado» y la certeza de que la tarea de pensar un futuro pos pandemia no es sencilla. Y arriesga: «para determinadas cuestiones, ni siquiera podemos pensar el futuro: lo máximo que podemos hacer es pensar cómo pensarlo». La incertidumbre se entiende: «nos tuvimos que abocar, de golpe, a imaginar lo que vendrá».

A continuación, algunos párrafos del texto para pensar cómo pensar el futuro:

El gobierno de la educación

Nuestra forma de pensar el futuro sigue estando permeada por nuestra forma de ver el pasado. Y sobre ese pasado han estado actuando los gobiernos, ofreciendo más recursos (digitales, audiovisuales, cuadernillos, infraestructura) y más regulaciones (sobre todo, protocolos para la vuelta a la escuela). En fin, variantes sobre un mismo tema. Como decía Keynes, el reto no es encarar lo nuevo, sino abandonar lo viejo. (…) Solo hay deseo y necesidad de volver al viejo mundo conocido (…) Se salió del paso como se pudo. Hubo quienes criticaron la improvisación. Para mí no fue ese el problema: todos habríamos improvisado; la pandemia fue algo totalmente inesperado. Lo inquietante fue la (falta de) preparación de nuestros sistemas para la improvisación. Ese sigue siendo uno de nuestros grandes déficits institucionales.

El cambio educativo

Por mi parte, por ejemplo, me pregunto si hay señales que indiquen que: aumentará el financiamiento y lo que se deriva del mismo -mayores salarios, mejores condiciones materiales para el aprendizaje- y si cambiarán algunas regulaciones, sobre todo las que tienen que ver con la asignación de recursos y el fortalecimiento escolar. Si las respuestas son negativas, no voy a esperar ningún gran cambio. (…) A veces creo que quienes sostienen que “la escuela debe cambiar” (pregunto: ¿cómo? ¿con qué? ¿para qué? ¿hacia dónde?) no perciben o no conocen el funcionamiento de los sistemas altamente regulados que lo impedirían. Además, ¿a quién le hablan? ¿a los directivos y docentes escolares? ¿a las autoridades? ¿a las familias? ¿a sus pares? ¿De dónde sale la ilusión de creer que habrá un cambio? ¿Cómo se genera? En todo caso, ¿por qué se debería producir? Y, de tener lugar, ¿será espontáneo? ¿Cuál es la secuencia lógica de los hechos que llevarán a la escuela hacia ese cambio? Como decía, en lo inmediato, solo veo deseos y necesidad de volver a lo anterior. Incluso creo que las familias quieren lo mismo.

La autonomía escolar

Tal como están las cosas, la fuerza de las circunstancias hace que solo se esté configurando una “autonomía boba” o “perversa” en que las escuelas serán responsables de todo, pero tendrán recursos para nada. (…) Se le pide o demanda a la escuela más de lo que puede dar. Como se sabe, es una organización que, para alcanzar su máxima eficacia, presupone unas condiciones dadas sin las cuales se verá limitada. Con el incremento de la pobreza, esas condiciones serán peores, no mejores. (…) Mi gran duda es cómo se comportarán directivos y docentes. ¿Tendrán la suficiente conciencia “de clase” para exigir espacios de autonomía? ¿Se habrán dado cuenta de que las administraciones educativas estuvieron presentes, pero a la vez ausentes? ¿Qué les podrían pedir? Más inquietante es la contraparte, el Estado: ¿qué les puede dar?

La tecnología educativa

Rechazadas antes, miradas con recelo ahora, festejadas por algunos siempre, su progresivo acercamiento a gobiernos, regalando licencias incluso, hará que se destinen más recursos a dispositivos, conectividad… y a los propios programas educativos. La perplejidad y la necesidad de dar respuestas han hecho que los gobiernos se vayan apoyando progresivamente en ellas. Ante el vacío de propuestas, las tecnologías (desde la radio, pasando por la televisión hasta llegar al teléfono con el WhatsApp y las plataformas más sofisticadas) se presentaron como la única vía para generar la llamada “continuidad pedagógica”. (..) Oponerse a las tecnologías no es una solución, pero aceptarlas sin más, tampoco. (…) Lo que importa es cómo actúen los gobiernos y las políticas que implementen frente a estas propuestas tecnológicas.

Una sociedad tan segregada es inviable

¿Por qué va a cambiar algo cuyos resultados están tan lejos e inciertos como son los de la educación? El carácter diferido de sus beneficios es tan grande que ni siquiera está en un segundo plano en las preocupaciones de nadie. Quienes tienen los medios, se creen exentos de esta cuestión y suponen que la salida es individual. Pero olvidan que una sociedad tan segregada es inviable. (…)
Preocupados por la salud, la economía y la seguridad, no terminamos de tomar conciencia de la gravedad y urgencia de no considerar la educación como un problema social. Por eso no está incluida en la agenda pública. No será un problema inmediato, pero no por eso deja de ser urgente. Más temprano que tarde pagaremos esta forma de no ver a la educación.

El artículo completo puede leerse haciendo clic AQUÍ


Imagen: LifeAndStyle
Si te parece que este contenido suma, te invitamos a compartirlo
Imprimir esta entrada Imprimir esta entrada

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *