La «Transferencia Gruen» o «Efecto Gruen», es el momento en que los consumidores responden a las señales de «desorientación guionada» por el entorno. La conciencia espacial juega un papel clave, al igual que el sonido, el arte y la música circundantes. Un diseño del espacio deliberadamente confuso conduce a la pérdida de las intenciones originales del consumidor, haciéndolo más susceptible a las compras impulsivas.
Hablamos, claro, de los centros comerciales. Pero también de los casinos. Y de los hipermercados y la razón por la cual los alimentos de primera necesidad están al fondo. Es decir, del llamado «tercer espacio» -el hogar es el primero, el trabajo el segundo-, aquellos lugares públicos capaces de generar comunidad reducidos hoy al mecanismo obsesivo-compulsivo por consumir que caracteriza a esos lugares. Muy a pesar de su creador, Víctor Gruen.
Gruen fue un arquitecto austriaco que se trasladó a Nueva York huyendo de la ocupación alemana de Viena en 1938. Allí comenzó a diseñar lugares de venta, y buscando la manera de atraer a los clientes en los difíciles tiempos de la recesión, en 1956 terminó concibiendo lo que hoy conocemos como centro comercial.
Más tarde se arrepentiría del monstruo que había creado. Con el tiempo, los diseñadores comenzaron a crear espacios para fomentar deliberadamente una actitud de compras, desorientando y abrumando al visitante con recorridos complicados y muchos elementos distractivos. Gruen se opuso a esto, pero su nombre quedó asociado a la manipulación comercial.