Cuando Isaac Asimov propuso por primera vez en 1942 las tres leyes de la robótica, aquellas «formulaciones matemáticas impresas en los senderos positrónicos del cerebro de los robots» actuando como una especie de código moral para su comportamiento, la humanidad apenas imaginaba una sociedad habitada por máquinas pensantes solo en las páginas de los libros de ciencia ficción.
Llegando ya a los albores de la tercera década del siglo XXI, la ficción se afirma contundentemente como una realidad en máquinas automatizadas creadas por el hombre para diversas tareas, desde la producción de otras máquinas hasta el control de procesos de la industria y el hogar. La omnipresencia esta en su horizonte.
Por todo esto es que no nos asombra el artículo publicado esta semana en Computer Hoy, sobre la propuesta de la Unión Europea de legislar la utilización de los robots dentro de la Unión. Para ello se han elaborado las seis leyes de la robótica con la intención de regular su interacción con los ciudadanos y empresas dentro de su territorio.
El debate legal deberá darse en el seno de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión, y allí se decidirá si regularlos o no.
Las leyes propuestas son las siguientes:
- Todo robot deberá tener un interruptor de emergencia. Ante la pregunta lógica de si puede llegar la inteligencia artificial a constituirse en un peligro, una de las propuestas consiste en proveerlos de un interruptor de emergencia para desactivarlo si fuera necesario.
- Ningún robot podrá hacer daño a un humano, una variante de las Leyes de Asimov. Quedaría expresamente prohibido crear robots que tengan como intención hacer daño a los humanos.
- Prohibido crear vínculos emocionales con ellos, ley que remite a películas como Her o Ex Machina, en las que el protagonista desarrolla lazos emocionales devastadores con máquinas e inteligencia artificial. Parece que la UE está muy convencida al respecto de esta posibilidad.
- Seguro obligatorio para los de mayor tamaño, por parte tanto del fabricante como del propietario del robot.
- Los robots tendrán derechos y obligaciones como “personas electrónicas”, tal la figura legal elegida para definir a los aparatos que operen con inteligencia artificial. Es probable que esto implique que son responsables ante la ley de sus actos, tanto como su propietario y su fabricante.
- Deberán pagar impuestos, uno de los puntos más controvertidos de la propuesta, como una forma de reducir el impacto social del desempleo provocado justamente por el uso de robots.
En las historias de ficción de Asimov, el robot «moría» si intentaba siquiera desobedecer una de las leyes. Su cerebro positrónico resultaba dañado irreversiblemente. Tal vez sea esa -el lector me permitirá este pensamiento en voz alta-, la mejor forma de controlar a estos artefactos, en vista de la dificultad que tenemos los humanos para ponernos de acuerdo en el uso de aquellas tecnologías que implican un riesgo para nosotros mismos. Pienso por ejemplo, en las arduas y casi infructuosas negociaciones en cuanto a la proliferación de las armas nucleares.
Una vez más, nuestros respetos al gran Isaac Asimov, un adelantado.
Pingback: ¿Quién gana y quién pierde con la automatización? – Apuntes e ideas sueltas sobre tecnologías y otros asuntos