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Tras el manto de nuestras propias neblinas

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En 1978, a los 18 años, hice la colimba -acrónimo de «corre, limpia y barre» con el que los civiles reconocíamos burlonamente el tipo de entrenamiento militar que recibíamos durante ese período- en la Marina, y estuve a punto de ser embarcado para una escaramuza de la dictadura militar -no llegó al estatus de guerra- bajo el pretexto de una ocupación chilena del Canal de Beagle.

Estábamos todos muy asustados, ya que el único entrenamiento militar para la guerra que habíamos recibido habían sido un par de disparos en un polígono de tiro con un Garand Beretta, que ya para la época era viejo.

Las ordenes para esa escalada militar las daba un asesino megalómano con ambiciones políticas, no muy diferente al que las dio en Malvinas.

Aun habiendo vivido ese temor en carne propia, no puedo siquiera imaginar lo que vivieron esos chicos iguales a mi, con un entrenamiento militar similar al mío, en el frío, humedad, oscuridad y desolación de una trinchera.

A ellos, también víctimas de una guerra de la dictadura, mi respetuoso recuerdo y homenaje en este 2 de abril.

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