Nuccio Ordine nació en Diamante, en la provincia de Cosenza, Italia, en 1958. Es profesor de Literatura italiana en la Universidad de Calabria y autor de diversos libros, varios de ellos sobre Giordano Bruno. Ha sido profesor visitante de centros como Yale, Paris IV-Sorbonne, CESR de Tours, IEA de París, el Warburg Institute o la Sociedad Max Planck de Berlín. Es también miembro del Harvard University Center for Italian Renaissance Studies y de la Fundación Alexander von Humboldt, así como miembro de honor del Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de Ciencias. En el año 2013 Acantilado publicó su trabajo La utilidad de lo inútil.
Esta obra, convertida en best-seller en Europa y que compila anotaciones propias y fragmentos de obras que leyó durante los últimos veinte años, es considerado «un grito de alarma contra la invasión de la ideología de la dictadura del beneficio que está matando tantos ámbitos importantes de la vida humana.»
Lo que propone Ordine desde este trabajo es reflexionar sobre la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Plantea que si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil por perseguir únicamente el beneficio, «sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida». Y añade: «En ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad».
Este fin de semana el diario argentino Clarín publicó una entrevista al Prof. Ordine, de la que extractamos algunos párrafos en los que amplía su mirada acerca de «la dictadura del beneficio»:
La gran lección del Renacimiento es que el saber es uno, por mucho que estemos obligados a dividirlo en disciplinas. ¿En qué casilla metemos a Leonardo da Vinci? (…) si dividimos los saberes, a un lado el científico y al otro las ciencias humanas, no tendremos ni una ciencia humana ni una humanidad que crezca a través de los descubrimientos de la ciencia.
Los creadores de aquella época no vivían bajo la presión del mercado. Hoy el utilitarismo ha invadido todos los aspectos de nuestra vida, incluida la escuela y la universidad, que convirtieron a los estudiantes en clientes.
Cada gesto, cada acto de nuestra vida está condicionado por la pregunta: y yo con esto, ¿qué gano? No estoy en contra del beneficio, pero no puede ser un fin en sí mismo (…) Sólo los grandes se salvan, los que pintan, esculpen, escriben, diseñan o componen música por placer, por amor a su oficio, y estos son los que deberían enseñar en la universidad.
El amor es un don gratuito de uno mismo, no tiene interés.
Giordano Bruno (…) decía que si no transformamos la filosofía, la literatura y el saber en una forma de vivir, resultan inútiles. Lo que yo pienso, lo que yo creo, tiene que operar en mí una metamorfosis para que coincida con mis acciones. Si el saber es una manera de vivir, estamos en la vía correcta.
Yo tuve la suerte de topar con buenos maestros que cambiaron mi vida, y todavía creo en ese pequeño milagro: un profesor que puede cambiar la vida de un estudiante. Es grave que se recorten los fondos para la educación.
Para muchos docentes que no saben o no pueden lidiar con la pregunta «¿y esto para que sirve?» de sus estudiantes, podría ser este texto una oportunidad de volver a reflexionar sobre «la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista».
Fuentes:
– Diario Clarín
– Editorial Acantilado