Las instituciones educativas requieren de un adulto capaz de mostrar con ‘fuerza argumentativa’ sus ideales y pensamientos, a la vez que estar dispuesto a enfrentar, con valentía y pasión, los ideales y pensamientos de las jóvenes generaciones. (…) Un adulto que esté allí, poniéndole el cuerpo a los avatares de la lucha permanente por conservar, mantener aquellos universos simbólicos construidos y, en el mismo movimiento, abrirles grietas a los saberes tan duramente conseguidos para hacer un espacio donde empezar a transformar esos mismos universos simbólicos. Este juego de conservación y transformación se produce en un intersticio de lo real que Freire denominó ‘inédito viable’ y Winnicott ‘experiencia cultural’.
Cecilia Bixio: ‘Maestros del siglo XXI. El oficio de educar. Homenaje a Paulo Freire’, Capítulo 10: Obstáculos y desafíos, pág 105-106.