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La tristeza, a la basura

Aquella mujer cogió su tristeza, la dobló cuidadosamente, la metió en la bolsa de la basura, cerró la bolsa —no sin alguna dificultad, puesto que no todas las tristezas caben en una bolsa de basura de tamaño normal—, salió a la calle y tiró la bolsa en el contenedor.
Brillaba el sol y su vestido parecía nuevo. Curiosamente, el mundo también le parecía nuevo a ella. La calle relucía con un esplendor de cuadro recién pintado, los perros de la calle orinaban chorrillos de luz en las farolas y las viejecitas de la calle se encorvaban como un signo de interrogación trazado temblorosamente por un niño que estuviera aprendiendo a escribir.
Y ella misma se sentía resplandecer. ¿Qué te has hecho?, le preguntaban sus amistades. Pareces otra.
Nadie formulaba la pregunta correcta: ¿de qué te has deshecho?
Pero si la respuesta es buena, la pregunta es lo que menos importa.
«De como responder bien a las malas preguntas», microcuento de Miguel Ibáñez de la Cuesta, recopilado por Carlos G. Barba en “Otros 100 cuentos pequeñitos”

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