Me tocó estar en todo tipo de charla-conferencia-exposición-etcétera, con resultados diversos. En ciertas ocasiones, sólo fueron la oportunidad de mostrarse para el expositor. En otras, mi interés por el tema se las vió negras con el tedio: verdaderos plomazos de conferencistas a los que sólo salvó la importancia del asunto en cuestión. También sufrí a políticos de la educación, quienes mientras hablaban se les notaba el deseo de estar en cualquier otro lado excepto allí, y a las estrellas temporales que montaban un show que ni ellos mismos creían.
Hubo dos ocasiones, sin embargo, -y es probable que injustamente me esté olvidando de alguna otra- en las que salí de la charla-conferencia-exposición-etcétera entusiasmado, masticando, lleno de una experiencia real, vívida, nacida del sentido común, de una sólida formación y de un incondicional apasionamiento del susodicho por su tarea.
La primera de ellas fué hace unos años con Juan Ignacio Pozo. Todavía sigo repitiendo frases e ideas que le escuché en aquella ocasión, y afortunadamente los que me quieren me lo soportan. La otra fué el martes pasado con Daniel Krichman.
Sé que a él no le va a gustar que diga estas cosas, así que me apresuro a explicarlo. Pero me parece que con el título del post ya estoy dando varias pistas.
El martes 27, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia de Rosario, Daniel cerró el mes de conferencias dedicadas a pensar la educación, dentro del ciclo Del derecho y Del revés que organiza y coordina la psicóloga Laura Capella.
La convocatoria fué a pensar la Web 2.0 como un Modelo de aprendizaje, pero no desde el lugar del que teoriza y declama sino desde la propia vivencia. No fué una conferencia en el sentido estereotipado y marketinizado del término, sino un momento de vivir in situ lo que nos está pasando en lo cotidiano con las TIC.
El propio Daniel lo explica:
Cuando Laura me invitó a participar de su ciclo, empecé pensando en cómo atar cabos de todas estas situaciones y se me ocurrió que en lugar de hacer una presentación, debería hacer una experiencia de transmisión. La diferencia había que ubicarla en los niveles del relato: No se trataba de pasar contenidos y nada más, sino hacerlo desde una configuración narrativa que obligara al expectador a estar pendiente de lo que iba a pasar. Data, pero también metadata.
Apelar a todos los recursos tecnológicos disponibles en el lugar -enfatizo, en el lugar– se convirtió entonces en el medio favorable para ponernos en contexto al tiempo que puso en evidencia que, más que recursos, se requiere de creatividad. Si el mensaje está claro, los recursos -escasos o no- sólo hacen lo que deben hacer: desaparecen del primer plano para enfatizar, privilegiar lo importante. Krichman dixit:
En cualquier área, después del conocimiento, la madre de la habilidad es la práctica, la repetición sistemática hasta que uno consigue ubicarse en la posición de hacedor, de usuario (…) esto sucede cuando uno hace lo que quiere hacer con las herramientas y no lo que puede. Cuando las herramientas desaparecen del primer plano, como el lápiz cuando escribía su nombre.
No sé ustedes, pero yo ya estoy cansado de los discursos, de las soluciones de contingencia -cuando sufrimos a diario problemas reales en la educación-, de la certeza de que en vez de estrategias coherentes con el modelo de ciudadano que deseamos, sea la maquinaria de consumo la que decida qué es lo mejor ¿para nuestros chicos?
Pero los docentes también tenemos que dar el paso al frente. El martes en el Bernardino Rivadavia de Rosario, hubo uno que lo hizo.
Claro, vos me comparás con Pozo y ahora yo tengo que salir a decir alguna cosa inteligente… y no sé si tengo algo para decir…. jajaja.
Un abrazo