¿No? ¿Está seguro? Porque mire que finalmente, el ejemplo que necesitabamos para comprender por qué es imprescindible no sólo reinventar el olvido en internet, sino revisar todas nuestras estrategias pedagógicas de inserción de las TIC’s en la educación, llegó.
Menciono lo de las estrategias porque la inserción de las nuevas tecnologías implica mucho más que aparatos y planes. Y esto es lo que nos muestra el siguiente ejemplo.
Afortunadamente, todo sucedió en tono de broma. Pero piense, amigo lector, en las implicancias de esto.
Informa ElMundo.es: «Miles de compradores por Internet venden su alma por no leer la letra pequeña».
El asunto es así:
Una tienda de videojuegos acaba de informar que posee las almas de unos 7.500 clientes gracias a una cláusula legal que incluyó en los términos y condiciones de compra de su tienda ‘online’.
La compañía británica introdujo esta cláusula el 1 de abril -el April Fool’s Day, día de los inocentes británico-, cláusula por la que se reservaba el derecho a exigir el «alma inmortal» de sus clientes cuando quisiera.
La letra pequeña del contrato dice:
Al enviar una orden de compra por la web el primer día del cuarto mes del año 2010, Anno Domini, estás de acuerdo en concedernos la opción no transferible de reclamar, por ahora y para siempre, tu alma inmortal. Si deseamos ejercer esta opción, permitirás rendir tu alma inmortal y cualquier reclamación que puedas tener sobre ella en un plazo de cinco días laborales tras recibir la notificación escrita de Gamestation o uno de sus secuaces debidamente autorizados.
Nos reservamos el derecho de hacer esta notificación en flamígeras cartas de seis pies de alto, y podemos no aceptar ninguna responsabilidad por la pérdida o daño causados por tal acto. Si tú a) no crees tener alma inmortal, b) habérsela ya dado a otro, o c) no quieres concedernos tal licencia, pinche por favor en el enlace inferior para anular esta cláusula y proceder con la transacción.
Según especialistas, podría ser una de las mejores campañas de publicidad de la historia. Pero el caso muestra una realidad inquietante: nadie lee la letra pequeña, tampoco en internet.
La pregunta del millón sería: ¿Ud. sabe qué dice el Acuerdo de Términos y Condiciones de los programas que instala, por caso, o que decía el de Facebook cuando se registró? ¿Sabe qué pueden hacer y qué no con la información privada que usted ingresa?
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