Por supuesto que no estoy empeñado en cascotearle el rancho a nadie. Mi seguimiento todos estos años del tema OLPC, proyecto relativo a darle una laptop a cada estudiante -que ahora finalmente ha comenzado a fogonear el gobierno argentino-, me permite percibir que es de todo menos inocente.
La idea romática de que tanto a gobernantes como empresarios les interesa primeramente la educación de nuestros niños es, cuanto menos, ingenua -por no ser severo al juzgar a quienes así lo creen.
La cuestión de entregar las laptops del proyecto OLPC comenzó a evaluarse en el año 2005. La idea original de Negroponte fue bastardeada por nuestra fauna política al punto de que pareciera tratarse de una solución para las empresas, antes que una respuesta de nuestro vapuleado sistema educativo a los cambios necesarios para que nuestros pibes encaren con éxito los desafíos del siglo XXI: finalmente, se negoció con las multinacionales líderes, según afirma Sebastián Premici en un artículo titulado Las empresas que ganan con las laptop educativas, publicado en el diario Página/12 el pasado martes.
Extracto a continuación algunos pasajes de la nota:
El plan para distribuir tres millones de netbooks en los próximos años a todos los estudiantes de las escuelas secundarias, con un costo de 750 millones de dólares, encierra un debate que gira alrededor de los modelos educativos y las elecciones tecnológicas. Si bien el programa anunciado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tendrá una licitación internacional, Argentina ya adoptó un modelo de inserción de computadoras basados en los equipos Classmate, una iniciativa promovida en el mundo por Intel y Microsoft, en detrimento de otras opciones. La más conocida es el proyecto de Nicholas Negroponte, One Laptop Per Child, que por ser un equipo creado de cero, todavía posee características inferiores a las tecnologías comerciales. Sin embargo, lo ambicioso de este proyecto, que ya fue adoptado por Uruguay en su Plan Ceibal, Perú y Colombia, es su modelo educativo que apunta a romper la clásica relación tutor-alumno. (…)
La Argentina y el Ministerio de Educación tienen diseñados varios proyectos educativos junto con las empresas Microsoft e Intel. Este dato nunca estuvo ausente en las discusiones por el proyecto OLPC, cuyos componentes rivalizaban con las dos empresas mencionadas (software libre por un lado y el principal competidor de Intel, AMD, empresa que luego desistió de participar en la iniciativa). “Nuestro objetivo es ciento por ciento linux”, había afirmado Filmus en 2005. El proyecto de Negroponte se perfilaba titánico y de un gran alcance. Ese mismo año se hablaba de posibles compras por parte de China, Tailandia, Brasil y la India. Microsoft e Intel no querían quedarse fuera de ese proyecto (y gran negocio). Ambas empresas –que desde el desarrollo de la computación personal en la década de 1980 siempre actuaron en tándem– no perdieron tiempo y elaboraron una estrategia de inserción dentro del proyecto OLPC. (…)
Pero la jugada más fuerte de la multinacional de los microprocesadores fue ingresar en el directorio de OLPC. Y con Intel, también ingresó Microsoft, aunque no de manera formal. Este cambio de rumbo en el proyecto original de Negroponte provocó el alejamiento de (Adrián) Paenza. “Sigo pensando que es una iniciativa maravillosa, que ha sido torpedeada por los grandes conglomerados que se habían o se han quedado afuera”, manifestó Paenza (Clarín, 6 de enero de 2008). Mientras Intel formaba parte del directorio de OLPC, seguía comercializando sus Classmate al público masivo, a 500 dólares cada máquina. Pocos meses después de su ingreso en el directorio, simplemente se alejó. El proyecto de Negroponte tenía por objetivo superar la discusión tecnológica e intentaba centrar el debate en un modelo educativo propio del siglo XXI. (…)
Por su parte, el ex titular del portal educativo del Estado Alejandro Piscitelli, docente de la UBA, escribió varias veces en su blog (www.filosofitis.com.ar) las diferencias educativas entre el modelo propuesto por la OLPC (centrado en los alumnos) y la Classmate (centrada en los docentes). “Lo que está en juego aquí es una cuestión relativa a la consideración de los chicos como una clase social, es decir poder determinar hasta qué punto los chicos son agentes en sí mismos, más allá de las motivaciones, manipulaciones o socializaciones impuestas por los adultos.” El proyecto OLPC proponía (aún lo hace en el caso de Uruguay, Perú, Colombia) un pasaje del tutor al estudiante, “algo que va en contra del paradigma tradicional de enseñanza”, como indicó Piscitelli. Toda elección tecnológica trae aparejada una decisión política e ideológica de fondo. (…)
Más allá de cualquier debate sobre qué tipo de tecnología utilizar, es relevante que este tipo de políticas sociales o educativas –más o menos universales– se pongan sobre la mesa. Las casi tres millones de netbooks que se licitarán –sobre el modelo Classmate– tienen implícito el desafío de incorporarse dentro de una política educativa del siglo XXI.
Cuando los intereses corren por una cuerda diferente al propósito que se dice buscar, todo proyecto está destinado al fracaso. En este caso no pierden solo los pibes: perdemos todos.
Fuente: Página/12
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