El asunto es así: Microsoft anunció hace unos días que liberaría 20.000 líneas de código para el kernel de Linux, lo que ahora parece no representar un cambio de actitud de la gente de Redmond sino una acción para esconder bajo la alfombra una violación de la licencia GPL, que prohibe el uso de componentes de esa licencia si no es liberado todo el código. Es decir, no permite mezclar elementos de código abierto y código propietario. Dicen las malas lenguas que esa podría ser la verdadera causa de la decisión de Microsoft.
Y claro, Linus Benedict Torvalds tiene algo para decir al respecto: acaba de declarar a Linux Magazine que «el odio a Microsoft es una enfermedad», y aconseja que los que han criticado la iniciativa de Microsoft como dictada por el egoismo que se miren al espejo.
Torvalds lanza afirmaciones como estas: «Yo puedo hacer muchos chistes sobre Microsoft a veces, pero el mismo tiempo creo que el odio a Microsoft es una enfermedad». Dice además que cree en «la tecnología sobre la política» y que no le gusta que llamen a lo que él hace «software libre». ¿Por qué? «No quiero que me asocien a personas para las cuales ‘software libre’ significa exclusión y odio». Una más: «No me importa de dónde vienen las contribuciones del código mientras haya razones sólidas para su inclusión».
Y luego, en una fervorosa defensa de las razones que mueven a los programadores, afirma: «Estoy de acuerdo que -la liberación del código en cuestión- está impulsado por razones egoistas, pero esa es la razón por la que se escribe todo el código open source. Así es como empezó Linux (…) Eso es lo que mueve el open source, la posibilidad de realizar código con el objetivo de favorecer tus necesidades particulares..».
Y como dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque, el padre de la criatura lanza: «Así que aquellos que se quejan de que Microsoft escribe controladores para su propio modelo de virtualización deberían echar una larga mirada al espejo y preguntarse a si mismos por qué están siendo tan hipócritas».
Si no hubiera dejado mi ingenuidad dentro de algún baúl perdido en los pliegues de la vida, diría que esto representa un avance fantástico en vías de derribar barreras y lograr un software totalmente integrado, compatible y gratuito. Pero como decía me abuelita, «por interés baila el mono». Y ya se sabe: las abuelitas siempre tienen razón.