Hoy 15 de octubre, en un nuevo Blog Action Day y a propósito del tópico este año, la pobreza, quiero abordar una vez más la cuestión del carácter social de la tecnología, sus avances y beneficios.
Hace un tiempo reproduje un reportaje al especialista en políticas científicas Héctor Ciapuscio, quien plantea estas cuestiones como centrales para transformar los avances tecnológicos en herramientas para la igualación social.
A la pregunta sobre cuándo es buena la tecnología y cuándo no lo es, Ciapuscio responde:
Esa es la pregunta que se hicieron los grandes científicos del siglo XX, como Einstein y Heisenberg, que tenían formación filosófica, y más recientemente el físico nuclear Freeman Dyson. La respuesta que ellos dan es que, por regla general, la tecnología opera para mal cuando su efecto es proveer juguetes para los ricos y trabaja para el bien cuando sus resultados sirven a las necesidades de los pobres. Dicho de otro modo: la tecnología es buena cuando actúa como herramienta de igualación social; no lo es cuando acentúa las diferencias entre los poderosos y los débiles, entre los ricos y los pobres.
Pero el acceso a los beneficios de los avances tecnológicos, según el especialista, se modificó recientemente:
Hubo dos grandes etapas. Hasta mediados del siglo XX, la tecnología proveyó abundantemente bienes socialmente niveladores: la luz eléctrica, la heladera, la radio, el teléfono, las vacunas, las fibras sintéticas, los antibióticos, la televisión… Fueron factores de igualación social. Beneficiaron la vida de ricos y pobres, disminuyeron la brecha entre unos y otros. Pero en los últimos cuarenta años no ha sido tan así: el desarrollo tecnológico no ha venido de la mano de la equidad.
Sobre un desarrollo tecnológico que fuera a favor de una distribución más igualitaria de los beneficios del avance tecnológico, agrega:
La mitad más desfavorecida de la humanidad necesita viviendas baratas, cuidado de la salud y educación accesibles a todos y de calidad. Y las nuevas olas tecnológicas prometen un desajuste todavía mayor entre la tecnología y esas tres necesidades básicas insatisfechas. (…) Creo que esa brecha profunda que existe entre las necesidades humanas y la tecnología sólo puede ser llenada por la ética, por el poder de la persuasión ética. (…) Los educadores, los científicos, los industriales lúcidos, deben luchar para que la justicia social gravite sobre el despliegue de la tecnología.
Fuente: Clarin.com