Intentar ser un usuario de todo lo que se ofrece en internet como servicios web 2.0 puede ser una experiencia frustrante, casi tanto como ser cronista de todo lo que está sucediendo y todo lo que se produce en esa dirección.
Cada día se crea, se reseña, se evalúa, se critica y se baja una cantidad increíble de nuevos servicios. Eso implica, como el viejo chascarrillo, dos noticias, una buena y una mala. La buena noticia: hay un software o un servicio para casi cada cosa que uno quiera hacer en la red. La mala es que hay un software o un servicio para casi cada cosa que uno quiera hacer en la red que hay que bajar y aprender a usar, una clave nueva que recordar, un mail más que mandar.
Por medio de mi muy apreciado FeedReader recorro muchos excelentes blogs de diseño, por ejemplo, y hay tanto para ver que tengo que resistir la tentación de cada día de transformar mi blog en un muestrario 2.0, convirtiéndolo en una especie de máquina de movimiento perpetuo: muy ingeniosa, pero no funciona. Y como se sabe, puedo resistir todo excepto las tentaciones.
Y esto me lleva a sospechar que no es posible que todo lo que hay en la red nos funcione. No sólo porque mucho de lo que hay es inútil, incoherente o sólo apto para fanáticos, sino porque simplemente no es posible atender los esfuerzos intelectuales y dactilares que implica mantener todo esto funcionando en el universo web propio. Y claro, muchos se cansan y se frustran, porque además… tienen que trabajar para la diaria subsistencia, como es obvio.
Es muy bueno que haya tanta creatividad en función de hacer la red más usable y útil, logrando que nos comuniquemos más y podamos decir mejor. Y en libertad, sobre todas las cosas.
Pero una sabia decisión sería no complicarse queriendo conocer todo, tener todo y aprender todo. Hay que observar, evaluar, ver qué nos sirve y usarlo, sin complicarse demasiado cargando la mochila con cosas que uno no va a usar.
Exactamente como en la vida.
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