Dicen que uno recuerda con exactitud qué estaba haciendo en el momento de ser sacudido por una noticia impactante, y es cierto. Recuerdo que en el momento de enterarme de la tragedia de Cromañón estaba en un taxi que venía escuchando las noticias en la radio, el 31 a las 7 de la mañana. Se decía en ese momento que había 175 fallecidos, cifra que con el correr de los días llegaría a 194.
¿Por qué me impactó tanto la noticia, ahora que aparece como licuada por las urgencias diarias de los medios y una «naturalización» de las desgracias? Bueno, primeramente porque no puedo ni quiero aceptar la muerte de 194 personas como un imponderable. Pero además porque tengo hijos adolescentes. Y también porque en mi adolescencia es bastante probable que yo mismo haya estado en lugares en aun peores condiciones que el tugurio llamado Cromañón, viendo a las bandas de rock del momento.
Y la verdad es que sigo estremecido con el hecho. Es por eso que cada año desde entonces dedico un espacio en la fecha para recordar a las victimas.
¿Y que hay 3 años después? Los responsables (intelectuales, los de hecho y aquellos por omisión) están libres o están ocupando cargos, o en los mismos puestos esperando la próxima oportunidad para hacerse los distraidos y volver a matar con la indeferencia, literalmente.
Esto último demuestra que se ha criticado y culpado a quienes, con ingenuidad o inconsciencia, o descuido en algunos casos, pero inocentes al fin todos ellos, eran simples espectadores de una actividad artística popular, y quienes fueron reales responsables por la seguridad de esas personas miraron para otro lado, siendo «premiados» por eso con la impunidad.
Nuestro recuerdo por las victimas y nuestro cariño incondicional a los familiares. El 30, físicamente los que puedan o en el corazón los que no, estaremos con ellos en la marcha.
Coincido con tu reflexión. Recuerdo estar viendo tv esa noche en la que los comunicadores y periodistas no daban a basto para contar el número de muertos de tal desgracia. En ese momento, como parte del medio, me pregunté que era mejor si transmitir lo que pasaba o ayudar a las víctimas (poniendo el cuerpo). Inmediantamente lo linkié (si se me permite la expresión) con lo sucedido a un fotógrafo que recibió uno de los premios más importantes del mundo por haber fotografiado a una niña desnutrida a punto de ser atacada por un águila (no recuerdo de que especie). En ese instante su «botón» se convirtió en un gatillo y sacó una de las mejores imagenes que dió la vuelta al mundo, pero al mismo tiempo fue testigo de la muerte de la niña, es decir, en vez de rescatarla de las garras prefirió retratarla. El peso de su conciencia fue más fuerte y terminó quitandose la vida. Cuánto hemos aprendido de esto???
Si, Ale, coincido. Me parece que hay mucho para discutir en el terreno de la ética (gracias, Julieta… vos entendés!), pero en nuestro país no se discute nada y mucho menos lo que tenga que ver con la ética.
Ese día, lo mejor vino de la gente, el otro, el ciudadano de a pié. Recuerdo que mientras la crueldad de las instituciones mantenía a los familiares angustiados en la puerta de la morgue, los vecinos les acercaban una silla o agua. Me queda el registro de esto como una imagen muy clara y evidente, como una especie de resumen de lo que significa Cromañón para todos nosotros.
Besos, y buen año.