Un viejo chiste sobre las paradojas: si una persona escribe un libro que se llama «Cómo ser un fracaso» y no vende un sólo ejemplar, entonces ¿tuvo éxito?
Si una entidad llamada «Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico», formada por algunos de los países más ricos del planeta y a la que no pertenece Argentina (pertenecer no sería una contradicción ya que también nuclea a hermanitos pobres, como Polonia o Eslovaquia), le pone un aplazo a nuestro país porque no prepara bien a sus jóvenes para el mercado de trabajo, entonces ¿estaremos bien encaminados?
Por favor, que se me permita la ironía para poder destacar semejante paradoja: quienes han soplado al oído de algunos de nuestros gobernantes durante décadas, políticas educativas que deterioraron severamente una educación que fuera modelo alguna vez, ahora nos aplazan porque no consiguen mano de obra barata. Porque lo de «preparar jóvenes para el mercado del trabajo» en muchos casos es un eufemismo, claro: se observa oferta que no es de un trabajo digno que impulse la movilidad social aquella de nuestros padres o abuelos, sino más bien de empleo funcional a determinadas políticas globalizadoras.
Ahora bien, como los trapitos sucios se sacan puertas adentro, digamos que con evaluaciones de gestión tan ingenuas como las del ministro saliente, o con la lentitud y desprolijidad con que se pretenden implementar algunas ideas al menos atendibles, como la de darle una computadora a cada chico, no somos un modelo de gestión educativa o de creatividad a la hora de elaborar políticas. Pero que nos digan fracasados los países más ricos del planeta, que quiere que le diga… me sabe a éxito. Porque los elogios, ya se sabe, pueden ser a veces muy interesados.