El título, que parece sacado de esos advertainment que bombardean desde todos los canales de TV (¡llame ya!), no pretende más que ser una reflexión simpática sobre la actitud de algunas personas tanto al escribir (el propio) como al leer (de otros) los blogs que, dicho sea de paso, ya proliferan en la red como plantitas después de un par de días de lluvia.
Como no soy periodísta, profesión que admiro, me puedo dar el lujo de no respetar la inmediatez que dicha profesión requiere en el tratamiento de las noticias, y usar un ejemplo de hace ya varios días para graficar. A ciertas cuestiones necesito «masticarlas» un poco antes para no concluir errado.
Sobre la noticia de la trágica muerte de Steven Irwin aparecieron durante estos días en la blogsfera una enorme cantidad de opiniones, de comentarios a las opiniones, y de comentarios a la forma en que fueron escritos esas opiniones y comentarios, no se si me entiende… En fin.
Como hubo en Argentina alguna prensa «mala leche» que sólo se ocupó del tema mostrando algunas de las extrañas exageraciones de este entrañable personaje, sin abundar en todo lo bueno que el tipo hizo, muchísima gente opinó en base al noticiero. Esto hizo que fueran en muchos casos opiniones parciales, injustas y desinformadas.
Ahora bien: parece que todo el mundo da por sentado que quien escribe en un blog es necesariamente periodista, creando una relación algo forzada, del tipo que se crea en otros medios.
En un blog su autor dio su opinión sobre Irwin, respetable por cierto aunque no se coincida, y en uno de los comentarios alguien escribió algo así como «Hey, que mal que escribiste la nota; has escrito cosas mejores», o algo por el estilo. En otro blog un comentario estaba firmado como «Fulano, buscando un blog más divertido».
Se discute mucho sobre que la gente necesita modelos y que hay una carencia de ellos, pero a la luz de lo que se ve y lee, la forma en que las personas buscan esos modelos (y donde lo hacen) muestra una gran pobreza de expectativas.
Pobre Steve, muchos se acordaron mal de él. Nuestro recuerdo y respeto, y una gran tristeza por una muerte, que además fue absurda.