Haciendo un recorrido por la red para curiosear un poco sobre esta nueva «moda» (de alguna manera hay que llamarla) de cerrar blogs y anunciarlo entre quejas y lamentos, me encontré con las más variadas cuestiones esgrimidas como razones para tal «blogcidio» (como se lo define en ‘Maldita Inocencia’).
Hay una categoría aparte que no quiero tratar aquí, que son los blogs cerrados por razones políticas, que creo merecen un análisis mucho más profundo y un repudio a la censura sin concesiones.
No, aquí me estoy refiriendo a los blogs que los propios autores cierran, algunos de ellos con una gran afluencia y participación de navegantes; aquellos que mezclan algo de esquizofrenia con paranoia y un toque que ingenuidad como para pensar que el mundo es contra ellos y que, con sus corazones rotos y sueños impedidos, se ven en la necesidad de cerrar.
Pero la verdad es que uno tiene la impresión de que es todo un gran verso. La impresión, digo; por ahí es verdad… Pero algunas dudas me aquejan al pensar sobre esto:
– ¿Por qué muchos dejan de publicar «porque la gente esto y aquello», pero no dan de baja el blog?
– ¿Por qué algunos se quejan de que la gente ha abusado de la confianza dispensada, sin entender que los visitantes no son todos adolescentes y amigos?
– ¿Por qué algunos publican lo que los compromete emocionalmente?
– ¿Por qué pensar que la blogsfera es un paraíso incontaminado, o algo así, diferente del resto de la red y del mundo?
– ¿Por qué actúan como novios (o novias) despechados?
Hay una realidad que no podemos soslayar, y es que la blogsfera se continuará depurando con el tiempo, alejando a muchos, pero no por censura o discriminación sino porque simplemente ya no tienen nada para decir o se dan cuenta de que no les interesa el medio.
Ojalá los cientos de excelentes blogs que existen y que dicen cosas importantes no sucumban a esta moda.