Quienes recorran nuestro sitio «Tecnología para todos» y este blog seguramente notarán, como ya lo han hecho nuestros allegados y colegas, que somos ‘victimas’ de una ‘enfermedad’ que nos aqueja y que nos ‘obliga’, a modo de antídoto, a leer a la Sra. Beatriz Sarlo.
Esa enfermedad, que podría recibir varios nombres, surge de la grave anemia de ideas inteligentes que nos rodea a quienes nos movemos en ámbitos de la tecnología en general, y las TIC en particular.
Si, claro, está lleno de ‘opinólogos’, de gurúes y especialistas, pero convengamos que es muy raro escucharlos decir algo inteligente, ocupados como están en ser los nuevos ‘negropontes’ que acierten en el pronóstico de como será el mundo tecnológico de aquí a diez, cien o mil años.
Ante tan apocalíptico panorama, el remedio: leerla a la Sra. Sarlo. Bueno, no es el único remedio. Hay otros pensadores que con similar sensibilidad y claridad de ideas (como por ejemplo, Luis Doval) aportan algo de luz a semejante oscuridad tecnológico-intelectual , pero acabo de leer algo que escribió la mencionada que es destacable.
En su columna de hoy en la revista Viva, la escritora y ensayista plantea que la idea de ‘alfabetización digital’ tiene mucho de engañoso porque nadie se alfabetiza dos veces, ‘precisamente por el carácter de límite entre un antes y un después que tiene el aprendizaje de las letras’. ¿Por qué? Porque aprender a leer traza un umbral, porque no se adquiere solamente una capacidad de descifrar signos, sino una máquina con la que se fabrica cualquier cosa. ‘Se trata, por lo tanto, de algo que no puede ser comparado con nada’.
Se debe reconocer, ya en esta primera aproximación a la idea motora del artículo, que no nos hemos detenido a pesar la importancia de las palabras y las ideas en este sentido. Entonces surge una lógica pregunta, que es respondida con igual coherencia:
‘¿Cuánto tiempo es necesario para aprender a manejar un procesador de textos, una hoja de datos sencilla, un cliente de correo electrónico y un buscador de contenidos en Internet? Cualquiera que haya inspeccionado las ofertas de cursos en el mercado sabe que, en el peor de los casos, sólo pocos meses. Por supuesto, no se trata de mandar a los maestros a la academia de la esquina, sino de definir bien cuál es el problema. Alguien que sepa leer y escribir sin faltas de ortografía y que haya cursado varios años de secundario dominará cualquier buscador de contenidos en dos días o en dos horas. Quiero decir que estará en condiciones de tipear algunas palabras y recorrer las páginas de resultados. Sólo es necesario que la tecnología y la conexión a Internet estén económicamente a su alcance. Logrado esto, empieza lo verdaderamente difícil.’
Hay una combinación de factores que se recortan de estos conceptos claramente: capacitación del docente, apoyo total del estado en el achicamiento de la brecha tecnológica, abaratamiento de costos, decisiones políticas tendientes a la masificación del medio.
Pero esto no es todo, porque si no consideramos el factor cultural del problema, corremos el riesgo de errar al diagnóstico y su cura:
‘Internet es un mundo sin índices ni jerarquías reconocibles a primera vista. Cuando se habla de miles de millones de páginas, la palabra páginas describe algo bastante aproximado a lo que sucede: pantallas y pantallas de información escrita, visual o sonora que sólo en algunos casos (y hay que saber cuáles son) entregan lo que prometen en términos de contenidos. Como si alguien debiera buscar las respuestas a sus interrogantes en medio de una tormenta de hojas de libros sin encuadernar y sin numerar. Lo difícil no es manejar esa tecnología sino estar intelectualmente preparado para navegar esa masa indócil de datos. Como no se trata de un videojuego, más que tipear rápido es necesario pensar bien y haber acumulado antes la mayor cantidad de informaciones: cuanto más se sabe, cuantos más libros se han leído, mejores hojas se pescan en el torbellino de la red, donde las buenas soluciones las encuentran quienes también son capaces de encontrar las buenas soluciones en los libros impresos.’
Va de nuevo: ‘…es necesario pensar bien y haber acumulado antes la mayor cantidad de informaciones’
Sra. Sarlo, humildememte le decimos: los docentes de tecnología la necesitamos en ciertos portales educativos; la necesitamos en el Ministerio de Educación; la necesitamos hablando, pensando, opinando, proponiendo, porque hasta ahora han tenido la ‘manija’ los opinólogos de turno, los gurúes de la tecnología de la brecha, y nadie lo ha dicho tan claro como usted.
Indudablemente estamos errando en las premisas elementales, por eso todo análisis cae en saco roto.