Como cada año, en este tiempo se renuevan expectativas.
Uno, porque está vivo, quiere seguir, crecer -aunque ya esté grande-, mejorar, continuar.
Uno quiere también que el milenio que le dijeron comience de un vez por todas porque, contrariamente a lo que se decía sobre las ventajas de entrar al siglo XXI, no se ve nada, todavía.
Con sólo cinco añitos, el siglo favorito de la ciencia ficción ya ha mostrado demasiada destrucción y terrorismo y catástrofes y mucha muerte.
Muchos de los avances tecnológicos, sobre todo los relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación, sólo siguen trayendo más desigualdad, ampliando la brecha entre los que pueden y los que no, en flagrante contradicción con lo que la tecnología debería lograr para el hombre.
Aumentan las cifras de un sida que le encontró la vuelta a su supervivencia de la mano de laboratorios voraces y gobiernos apáticos, mientras más gente mira en las vidrieras -y sólo eso- los precios de DVDs y fantasías varias.
«Dale, empezá pronto», le digo al 2006. Este 2005 fue largo, pero pese a su resistencia a dejarnos intentarlo de nuevo, como a cada año, le llega inevitablemente su fin, gracias a Dios. Ahora llega otro, nuevito, a estenar.
Hagamos algo bueno con este 2006 que comienza.